jueves, 7 de noviembre de 2013

Ahora es cuando.

Marisol, 19 años, secretaria de la empresa donde yo trabajaba hace dos años, ubicada en el edificio el cortijo, sobre la avenida reforma y 2da calle de la zona 9. Marisol terminó la secundaria graduándose de secretariado bilingüe en un colegio de los muchos de la zona 1. Al año siguiente entró a trabajar a la empresa y pues como la mayoría de las nuevas en una empresa y más en su primer trabajo, son tímidas, calladas e introvertidas. Marisol era llenita, no gorda, tenía senos de tamaño moderado y un trasero grande pero sin mucha forma, pelo negro liso, cara redonda, con un piercing en la parte superior de la oreja izquierda, más arriba de donde generalmente se lo colocan las mujeres. La empresa no era muy exigente en la vestimenta, pero ella generalmente llegaba como si fuera la secretaria del presidente, impecable, camisa blanca, falda corta pegada, tacones, bien arreglada, incluso a veces llegaba con chaleco, al muy estilo de los bancos.

Yo trabajaba para el área de cobros de la empresa, así que por cuestiones de que todo cuadre, muchas veces nos quedábamos tarde, después de que todos se iban, generalmente el jefe inmediato superior también se quedaba pues si nos íbamos muy tarde, él era quien cerraba. En los primeros días de Marisol, se le notaba en entusiasmo, aunque como cualquier aprendiz tenía sus errores, algunos leves y otros más garrafales, pero dado que estaba empezando, el jefe del área era un poco considerado con ella. Actitudes que casi todos empezaron a notar y empezaron los rumores de que el jefe le quería dar para sus aguas.

Entre la tertulia laboral ya se empezaba a rumorear que Marisol era de faldas flojas, pero nada concreto, simplemente porque generalmente tenía mucho entusiasmo y no le costaba relacionarse con la gente del trabajo, pues lo introvertida fue disminuyendo paulatinamente. Empezaba un trato con un poco mas de confianza, pareciera que solo con los hombres, pero en realidad era igual con las mujeres, situación que a veces incomodaba a algunas compañeras más antiguas, pero mucho más serias con la forma de trato.

Un día, en esa época de transición entre la timidez y la falta de ella, llegué a trabajar como normalmente lo hacía, pero me pareció ver muy poca gente en la oficina y resulta que era por una manifestación de esas que pasan por el obelisco, pasan por la reforma y se encaminan a la zona uno. Pues esa manifestación fue bastante multitudinaria, tanto, que casi ocupaban ambas vías de la avenida Reforma, las de ida y las de regreso, la cuestión es que esto provocó un tráfico bastante largo en todas las calles aledañas a la avenida Reforma y que era la razón por la cual mucha gente aún no había llegado a la empresa, sobre todo los jefes. Doña Gloria, la señora de mantenimiento llegó un par de minutos antes que yo y fue quien me contó sobre la manifestación. Dado que yo me movilizo un bus y mi ruta no es aledaña a la avenida reforma, y tengo que caminar varias cuadras desde donde me deja el bus hasta el trabajo, no tuve problemas para llegar.

Marisol vive en la zona 4 y por la cercanía con la oficina, tampoco tuvo inconvenientes para llegar como la mayoría. Cuando llegué la salude de beso, y cuando me incliné para saludarla noté que no tenía el arete en la parte superior de la oreja donde generalmente lo tenía, comentario que le hice casi inmediatamente de tocar mis labios con su mejilla, y ella hizo un gesto con los labios y los ojos y me contestó “Mmm mi papa”, yo le pregunté “¿Y eso?”, ella contestó que su papá tenía prejuicios con todo lo que se salga de lo normal para él, como piercings, tatuajes, ropa o peinados extravagantes, etc. Dijo varias cosas, entre ellas una que quizá se le salió por su gesto, lo que dijo fue “… y peor si me mira en carros ajenos de noche y peor si me mira…”, yo cual inocente no imaginé nada sobre eso, pero ella se calló, se sonrojó un poco e hizo un gesto y dijo “ya sabes, cosas que pasan”, yo no le di importancia y simplemente le dije que era normal, los padres siempre quieren lo mejor para sus hijos, la cuestión era el concepto de “mejor” para ellos, ella estaba de acuerdo y así siguió la plática, inocente. Casi daban las 9 y la mayoría de gente seguía sin llegar, desde la oficina se escuchaban las consignas de la gente de la manifestación, pero nosotros seguíamos platicando, luego de varios minutos, la marcha avanzó y se empezaron a descongestionar las calles, porque empezaron a llegar los demás compañeros, situación que cuando noté, le dije que ya estaban llegando todos y que si algún día almorzábamos, noté cierto desinterés porque me respondió “Si haber que día”, yo pensé aquí no va haber nada y simplemente me fui a mi área de trabajo.

Lo interesante fue que dado que salimos a almorzar a la 1 y media, a la una con veintinueve minutos llegó donde estaba yo, y me dijo “¿Listo?” yo hice una cara de extrañeza fingida y luego una cara como de comprensión y le dije “Ahh si, vamos”. Noté que varios compañeros estaban desconcertados, pues no era normal que algo así sucediera, conociéndolos, supongo que se quedaron especulando sobre ese “vamos” pero quien sabe. Nos dirigimos caminando cuadra y media del edificio a un restaurante decentón, ni shucos ni la estancia. Mientras caminábamos le dije que pensé que eso de almorzar algún día nunca llegaría y ella contestó “es que hay que dejarlos picados” yo me reí y le conteste “me gusta, la estrategia ante todo”, ella se rió y así nos fuimos platicando hasta llegar al restaurante. Durante el camino noté que se comportaba mucho más extrovertida que en la empresa, su risa es fuerte, generalmente casi rozando las carcajadas y yo creía que era extrovertida en el trabajo, pero comparado como es afuera, seguramente es su versión de recatada.

Al inicio me sentí raro pues dentro de la empresa pude lidiar con alguien así, viendo como era afuera, no sabía si podía “controlarlo”, pues me costaba responder y reaccionar a sus inesperados comentarios o acciones, por ejemplo, cuando íbamos cruzando la calle para llegar al restaurante, un policía municipal de tránsito estaba dando vía a los vehículos, cuando casi nos acercábamos a él me pregunto “¿Sabes que es un policía municipal de tránsito?” yo en ese preciso momento no supe que responder porque estoy casi seguro que el policía escucho, de reojo vi que volteó y se nos quedó viendo, yo me quedé callado por un momento mientras avanzábamos y a ella se le escapó una especie de carcajada en voz baja, a mi me dio risa su risa y también me reí. Unos pasos lejos del policía le pregunté “¿No, que es?” ella respondió “Es una cagada al revés” pero me lo dijo riéndose y pues me dio risa que se siguiera riendo, pregunté porque y me dijo “Porque arriba está la bacinica y abajo está la mier…” las carcajadas no dejaron que terminara la palabra y le dio un ataque de risa de varios segundos, a mi me contagió la risa pero también me reía por lo bueno del chiste, pues esos cascos que ahora usan son chistosos, terminamos cruzando la calle riéndonos y seguimos caminando al restaurante.

Durante el almuerzo todo iba bien, se mostró bastante cómoda, me comentó como se estaba sintiendo en la empresa, de su incomodidad con algunas de sus conservadoras compañeras y que estaban pensando salir a bailar el viernes siguiente luego de salir del trabajo. Pensaba auto invitarme cuando preguntó si me gustaría ir, desde luego contesté que sí, dijo que ya varios habían confirmado y conmigo éramos 7, 3 mujeres y 4 hombres. Al regresar del restaurante venía a mi derecha y repentinamente se pasó a la izquierda, como escondiéndose y se reía, cuando vi al policía de tránsito a media calle entendí, ella se seguía riendo y tratándose de esconder del policía, y esa especie de carcajada silenciosa no se borraba de su rostro.

Llegó el viernes por la tarde y ya varios comentaban sobre la salida, como cualquier viernes en una empresa se sentía la alegría de que se acercaba el fin de semana. Se llegó la hora y por unanimidad nos dirigimos hacia la zona 1, en dos carros, en el de Manuel de Contabilidad y en el de Marisol. Por supuesto yo intentaba acercarme a Marisol lo más que pudiera porque ese trasero me llamaba mucho la atención. Fuimos a un lugar sobre la séptima avenida y después de pagar el cover del cual ni tenía idea, porque los tristes 70 quetzales que llevaba pensaba estirarlos hasta que se dejaran. Ya en el lugar, pidieron 1 botella de XL, la cual costaba más del triple de su precio comercial, pero supongo que ya habían ido a ese lugar varias veces y para ellos valía la pena pagar.

Al inicio todo estaba tranquilo, reggaetón y música electrónica chocaban con los oídos de los presentes, muchos bailaban y a mí no se me podía quitar la idea de sus grandes glúteos chocando con mis muslos al ritmo de un patán reggaetón. Luego de varios minutos se puso mejor, se llenó más el lugar y empezó la bailadera. Viendo que casi todos bailaban, no me quería quedar atrás y pues como en ese momento Marisol estaba bailando, saqué a Rocío, la de recepción. Como muchas recepcionistas, era bonita, buen cuerpo, bien arreglada, pero por alguna razón mis ojos buscaban los movimientos de Marisol, de baile en ese momento y eróticos después, si se podía. Rocío no bailaba nada mal, movimientos que mi amigo de entre mis piernas sintió y que a gritos me exigía pegarlo más a las piernas y glúteos de una Rocío treintañera pero con bastante potencial.

Luego de varias “piezas” musicales, Marisol se sentó, pero viendo que estaba acalorada no quise hacer mi movida, seguimos dándole a la botella y luego de unos minutos la música cambió a cumbia, momento en el que me dije “ahora es cuando”, me paré y le dije a Marisol que bailáramos, quien totalmente desperezada se levantó y nos hicimos paso entre la gente. Al inicio lamentaba que la música hubiera cambiado, pues el reggaetón da más oportunidad de roces y sobijeos pero a falta de, trataba de pegarme a ella lo mas que podía. En uno de esos intentos, me pegué tanto que le rocé mi entrepierna horizontalmente con toda la redondez de su trasero, movimiento que noté que disfrutaba, pues se sintió un poco la presión que hizo hacia mí, seguimos bailando así y ella a cada cierto tiempo hacia ciertos movimientos en los que por instantes quedaba de espaldas a mí, viéndome de reojo y agachándose un poco dejando que los roces se hicieran un poco más largos. Así bailamos durante varios minutos y nos fuimos a sentar, eso se repitió varias veces durante la noche hasta que solo conmigo bailaba.

La noche se acababa casi al mismo ritmo que la segunda botella, salimos y a falta de seguir la fiesta, cada quien para su casa. Ella se ofreció a dejarme a mí y a Rocío, yo le quedaba de camino, pero para ir a dejar a rocío se debía desviar bastante. Nos despedimos todos y nos fuimos. Ella tomó el periférico y se enrutó hacia la Roosevelt, pues rocío vivía cerca del hospital Juan pablo II. La fue a dejar, nos despedimos y luego de que arrancó, se fue más despacio, intentaba tomarla de la mano para ver que mas podía salir y ella me correspondió, me le acerque y nos besamos, ella siempre manejando, al salir nuevamente a la Roosevelt se detuvo frente a la entrada del Seminario Mayor, la cual tiene una entrada desde la calzada, entrada que aprovechó para parquearse y para seguirnos besando. Los besos cada vez se hacían más intensos y yo sintiendo mis manos más libres empecé a tocarla, primero las piernas aprovechando la falda corta del trabajo, luego con muy poca agilidad le intentaba desabrochar la blusa, ella me seguía besando y me tocaba la entrepierna con movimientos circulares, la presionaba y me besaba, yo la acercaba hacia mí y le besaba la oreja, acto que hizo que se le escaparan un par de gemidos y dije otra vez “ahora es cuando” pero la razón me hizo recordar que del dinero que tenía, solamente me quedaban 20 quetzales, los cuales no ayudaban para logar mi cometido.

Entre beso y beso, ella me seguía tocando la entrepierna, la pierna, el pecho, la entrepierna, me tomaba del pelo y luego para abajo otra vez. Pensando estratégicamente decidí seguir y sugerir irnos a otro lugar con la esperanza de que ella pagara o me ayudara a pagar en su defecto. Eso pensaba cuando me intentó desabrochar el pantalón, yo caballerosamente la ayudé y solo mi bóxer separaba sus manos de mi miembro ya bastante atento. Ella lentamente me levantó el bóxer y metió su mano, instante en el que al mismo tiempo que notó la humedad, dijo “Huuyyyy”, con una risa maliciosa, yo la seguía besando, los labios, el cuello, los senos y de regreso, ella empezó nuevamente los movimientos circulares en mi miembro bastante erecto y la sensación cada vez era más deliciosa. Yo intenté acomodarme recostándome un poco mas y ella bajó poco a poco de mi boca, hacia mi pecho, abdomen, hasta que de tajo sentí la calidad de su boca introduciéndose mi pene totalmente erecto, yo le acariciaba la espalda intentando meter mi mano en su blusa, intento que se hacía difícil dada la posición. No se cuanta experiencia tenía, pero ese oral lo estaba haciendo deliciosamente bien, sentía como sus labios besaban, metían y sacaban mi miembro humedecido de su boca, con ese sonido característico de la humedad mía mezclada con la humedad de su saliva.

Ella se movía y se estremecía, no sé si era porque le excitaba hacer orales o porque mi mano estaba en su espalda acariciando todo lo que podían, ese sonido exquisito de sus labios besando mi miembro seguía y poco a poco me estremecía, esa deliciosa sensación cuando lo introducía completamente en su boca es indescriptible, especialmente cuando lo hacía cada vez más rápido y mas y mas, movimientos que cada vez me hacían moverme y presionar su cabeza hacia mi procurando que se introdujera completamente en su boca, pues cada vez que pasaba eso, esa excitante sensación aumentaba bastante. Ella notó que me estremecía cada vez que la introducía completa y cada vez lo fue repitiendo y mientras lo hacía, me tocaba la pierna, el pecho y me presionaba hacia ella, los gemidos se me empezaban a salir y se mezclaban con los de ella, que como repito, se notaba que disfrutaba mucho hacer orales. Cuando los gemidos se hacían más constantes, ella la sacaba, la besaba lentamente, le pasaba la lengua, la acariciaba con la mano y poco a poco se la introducía nuevamente, aumentando la velocidad y luego la bajaba poco a poco, situación que se sentía deliciosamente bien.

Las caricias en mi pecho y pierna seguían, cada vez se introducía mi pene completamente en la boca y lo hacía mas y mas seguido, esos ricos movimientos se repitieron por varios minutos, ambos disfrutando de ese exquisito sexo oral que ella me estaba regalando, cuando la velocidad aumentaba, yo estaba por explotar, ella se seguía moviendo, se me escapaban los gemidos y me estremecía por esa deliciosa sensación, ella me miraba y se la introducía completamente, esas miradas hacían que estuviera más cerca de llegar al punto clímax cuando en ese preciso momento… suena su celular! Yo maldecía a quien interrumpió tan delicioso placer y ella contestó. Era su papa preguntando dónde estaba, ella respondió que ya iba para la casa, que en 15 minutos llegaba y para que no notaran su agitación hablaba despacio explicando que había salido con unos amigos del trabajo. Esos pocos minutos me parecieron siglos, después de que colgó, se me quedó viendo y me dijo “príncipe, estas pendiente…” le dio un último beso a mi miembro ya un poco desanimado y se posicionó para encender el carro. Yo no terminaba de maldecir a su inoportuno padre que me quitó uno de los mis placeres favoritos, terminar en su boca. Decepcionado me subí el bóxer, me arreglé y ya con más confianza le iba preguntando cuando íbamos a terminar lo que habíamos empezado. Ella con esa risa maliciosa me dijo que ya lo pensaríamos, y luego de seguir platicando, quedamos en definirlo en un próximo y espontáneo almuerzo.


lunes, 28 de octubre de 2013

La derrota

Aquel sábado por la tarde nos pusimos de acuerdo con Fredy, Miguel y su prima Cristina para ir al concierto de Vicente Fernández al día siguiente, es decir, el domingo 26 de agosto de 2012, como habíamos gastado bastante dinero para las entradas, porque cada una nos costó Q 800.00 mas lo que cobran por servicio, estábamos haciendo cuentas para saber cuánto debía llevar cada uno aproximadamente tomando en cuenta la gasolina, la comida, las cervezas, etc.

Yo llegué aproximadamente a las 4 de la tarde, ya había bastante gente para esa hora, como yo iba en bus, me compré una cerveza mientras esperaba que llegara Fredy, porque Cristina iba llevar a Miguel en su carro pero llegarían hasta las 6 de la tarde. Con cerveza en mano caminé despacio desde el inicio del estadio mientras me deleitaba la imaginación viendo vaqueritas pasar, con sombrero, maquillaje moderado, pantalones ajustados dejando ver la redonda forma de los glúteos, un escote de camisa que además de la delgada cadena de oro dejaba ver un sensual, brilloso y sudado escote que contrastaba con el pelo que le caía en hombro, y que al pasar dejaban un rastro de perfume exquisito, trataba de ignorar que la mayoría de ellas iban acompañadas de uno o varios vaqueros con camisa rayada, hebilla grande, panzones de bigote o candado mal afeitado, anillos grandes y cadenas en las muñecas. Estaba tomándome la segunda cerveza cuando me llamó Fredy, le dije donde estaba, llegó ya con una cerveza en la mano, y nos sentamos a platicar esperando a los demás.

Nos terminábamos la quinta cerveza cuando me llamó Miguel, le dije donde estábamos sentados y llegó con Cristina, quien por la ocasión pensé que llegaría como una vaquerita como las que había visto anteriormente, pues tiene pechos pequeños, pero lo compensa dos cuartas mas abajo por la parte de atrás, pero para mi sorpresa llegó como generalmente se viste, con una blusa pegada, generalmente dejando un hombro al descubierto, un pantalón pegado, zapatos abiertos con tacón no muy alto, pelo suelto, pulseras de distintos colores, aretes grandes y una cadena lo suficientemente larga para que el dige caiga al inicio de la unión del busto rozando la blusa, ligeramente maquillada y ese brillo en los labios que provocan besarlos suavemente.

Los saludamos, compramos cerveza para los dos, se unieron a la plática, la cual estaba en la maña de las mujeres de ir juntas al baño, platica a la que llegamos después de discutir patanamente sobre las diferencias entre las fantasías sexuales de hombres y mujeres. Luego de una falsa alarma por el ruido de la muchedumbre dentro del estadio, pensamos que ya iba a comenzar el concierto y las ansias aumentaron. Cristina se terminaba su segunda cerveza cuando el ruido de la gente del estadio anunció que el concierto empezaba, yo llevaba mi cerveza a la mitad y me la tomé de un solo por entrar al concierto. Hicimos la cola respectiva, primero estaba Fredy, luego Miguel, y frente a mí, Cristina. Como en todo concierto, las filas son largas pero al llegar a la entrada, el espacio personal se empieza a reducir hasta rozar a la persona de adelante y atrás. Sin ningún tipo de morbo intencional, los glúteos de Cristina empezaban a rozar mis muslos, su pantalón azul ajustado y mi pantalón negro holgado evitaban el contacto de piel. Esos movimientos ligeros continuaron por varios minutos, pero por respeto y caballerosidad trataba de evitarlos, aunque por dentro deseaba que la cola se compactara para tener roses más largos con sus redondos glúteos.

Entramos al estadio y el Hijo de don Chente teloneaba el concierto, buscábamos un buen lugar para acomodarnos y disfrutar del concierto cuando empezaron las primeras notas de guitarra de la canción “Me gustas” de Joan Sebastian, casi instantáneamente Cristina pegó un grito de emoción que se confundió con otros muchos gritos de la gente del estadio, tomándome del hombro y por el ruido de la gente me gritó cerca del oído “me encanta esa canción”, respondí que era una muy buena canción, la coreamos junto a la muchedumbre del estadio. Cristina se veía muy emocionada, movía la cabeza y el cuerpo mientras coreaba las canciones, movimientos que por su figura eran sexualmente llamativos, al menos para mí. La emoción aumentó cuando se despidió el hijo de Chente y llegaba el momento por el que habíamos pagado tanto. La multitud enloqueció cuando salió el mariachi Azteca tocando y Vicente Fernández cantando “Me canse de rogarle, me cansé de decirle…” todos gritaban emocionados, pero por la cercanía escuchaba mas los gritos de Cristina quien parecía no creerlo.

Cristina no parecía cansarse de gritar y corear las canciones, compramos varias cervezas adentro mientras coreábamos las canciones pero cuando escuché al mariachi tocar “La derrota” y a Chente cantar “Por darle rienda suelta a mis antojos…” ahora el que gritaba era yo, esa canción siempre me gustó mucho, casi me tomé la cerveza de un solo, cuando Cristina me vio, me abrazó y se balanceaba de un lado a otro, y recostando su cabeza sobre mi hombro, pero no fue hasta que la canción terminó que noté que cristina tenía sus manos en mi cintura abrazándome, cosa que me pareció extraño pues pocas veces había compartido con ella de esa manera, pensé que podía ser la emoción del momento y no le di mucha importancia. Luego de varias canciones su mano derecha pasó de mi cintura a mi bolsa izquierda trasera, cosa que me extraño mucho mas, pues el momento romántico ya había pasado. Noté que Miguel vio todo el proceso, pero como buen cuate se hizo el loco, simplemente se reía con un gesto de “Que serote”.

Durante el concierto hubo varias canciones que yo no había escuchado y Cristina tampoco, durante esos momentos platicábamos sobre el fracaso de las relaciones mientras yo intentaba desviar la conversación a un sentido más sexual, pues a esas alturas ya quería hurgar debajo de su pantalón. La plática se complicaba por momentos por el ruido de la gente pero seguía intentando haber si tenía “éxito”. Noté que cada vez que mencionaba temas sexuales, Cristina se reía de una forma maliciosa, inclinando ligeramente la cabeza y girándola como negando lo que yo decía y algunas veces limpiándose de los labios el exceso de cerveza con el dedo medio, cosa que aumentaba más mis ganas de desenmarañar sus tesoros íntimos.

No sé si fue el efecto de la cerveza o si en realidad Cristina me había tomado más confianza, pero al terminar el concierto ya bromeaba conmigo de forma distinta, se reía diferente, incluso su forma de trato era diferente. Salimos del estadio hablando de lo bueno que había estado el concierto y que me había quedado picado con la cerveza, cosa que Cristina también afirmó pero Fredy dejó claro que ella iba manejar y que no debía beber más. Tomé lo que dijo Fredy como plataforma para decir que como yo no iba manejar, si podía seguir, así que compre otras cuatro cervezas, una para Miguel y una para mí y dos para llevar, porque Fredy dijo que ya no quería y Cristina tomándole la palabra a Fredy, dijo que no porque debía manejar.

Durante el camino, no bastándonos el concierto Cristina puso un disco de chente y seguimos cantando en el camino. Por azares del destino sonó “La Derrota”, Cristina gritó y dijo, “hasta hoy la escuche pero no la voy a olvidar” refiriéndose a que esa canción motivó que nos abrazáramos, me vio por el retrovisor y me guiñó el ojo, cosa que afortunadamente solo yo vi. Pasó dejando a Fredy en la zona 6 y seguido le preguntó a Miguel si lo iba dejar a su casa, pues Miguel vive en la zona 1, el preguntó que pensaba hacer y ella respondió que lo dejaría en su casa y que después me iría a dejar a mí. Miguel dijo que estaba bien y lo pasó dejando a su casa, pero cuando se despidió de mí, me dio la mano, hizo una mueca, levantó una sola ceja y se rió, yo asumí que era porque solo quedábamos ella y yo.

Miguel se bajó y yo me pasé al sillón del copiloto. Ella seguía con entusiasmo rezagado del concierto y me preguntó que me pareció el concierto,  yo le contesté  “Mmm mas o menos” luego de una pequeña risa y con la mano haciendo el gesto de “mas o menos”  intentando ser indiferente, ella pegó la carcajada y me dijo “Que mentira!!! Si yo te vi gritando jajaja” luego me reí y le dije que efectivamente me había gustado mucho, sobre todo la plática a medio concierto mirándola fijamente a los ojos, se quedó seria por un instante y luego aprovechó el cambio de canción que escuchábamos para gritar y cantar “Por presumir, a mis amigos les conté…” yo la seguí y canté con ella. Durante el camino seguimos cantando y platicando, recordé que cuando intencional pero sutilmente insertaba temas o bromas sexuales en la plática, ella hacía gestos y se reía de forma distinta así que lo volví a hacer varias veces. Para esas alturas estábamos en el periférico  y al sonido de “Por tu maldito amor”, ahorrillo el carro, le subió volumen a la música, me tomó con una mano la pierna, con la otra me tomó de la playera y me acercó hacia ella dándome un muy sensual beso.

En ese momento estaba estupefacto, no podía creer que alguien como ella fuera a reaccionar así, pensé que quizá era el efecto del alcohol, aunque siempre había sido extrovertida, también pensé que posiblemente esa era su forma de ser, todo eso pensaba mientras intentaba disfrutar del beso que me daba porque aún me parecía difícil de creer que en realidad estuviera sucediendo, y que durara tanto, fue uno de los besos más largos de mi vida. Me tomó de la cabeza, pasó por el cuello, por mi pecho, mientras me seguí besando, cada vez más intensamente, pasó su mano de mi pecho al abdomen, luego a la pierna y luego sin previo aviso a mi entre pierna, la cual a esas alturas tenía un miembro un tanto abultado por los besos tan intensos que me estaba dando. Estuvimos así varios minutos, hasta hoy sigo pensando que me tardé mucho en corresponderle utilizando mi sentido del tacto, pues empecé por su pierna, subiendo hacia su ombligo, los senos el cuello, el hombro y de nuevo hacia abajo, intensificando el contacto en algunos momentos. Cuando llegué a su entre pierna estaba bastante mojada a pesar de tener pantalón, empecé a tratar de estimularla, pero la posición en la que estábamos me impedía hacerlo con comodidad. Luego de unos minutos de besos y toqueteos, me vio a los ojos y me hizo el gesto con el rostro de “¿vamos?”, yo ni lento ni perezoso le dije “ya estuviéramos allá”.

Ella se desvió hacia la Roosevelt y sin dejar de tocarme la pierna y la entre pierna, se metió al Omni y luego del proceso relativo al ingreso, entramos a la habitación. Ella entro primero, me llevaba de la mano, se sentó en la cama y me haló hacia ella, mientras me besaba me dijo “desde el concierto quería hacer esto”, luego de unos momentos de besarnos, lentamente me empezó a quitar la playera sin dejar de besarme, ya sin playera, me besaba el mentón, el cuello, el pecho, el abdomen y mientras lo hacía con las manos me desabrochaba el pantalón, me lo bajó y cuando sus labios iban por mi abdomen, con los dientes y lentamente me quitaba el bóxer hasta dejar ver mi miembro muy entusiasmado tanto como ella. Con las manos me terminó de bajar el bóxer, se paró, hizo que me sentara en la orilla de la cama, me empujó lentamente para que me acostara, me besó los labios, y poco a poco fue del cuello hacia abajo, cuando llegó a mi ombligo, empezó a bajar mucho más despacio, aumentando así mi excitación. Con el mentón rozaba mi miembro de un lado hacia a otro y bajaba pero muy despacio, con sus manos me acariciaba el pecho y las piernas, mientras unos sonidos de excitación se le escapaban por momentos.

Cuando por fin llegó su boca al nivel de mi miembro, con la boca semiabierta lentamente lo acariciaba de un lado hacia otro, lo besaba, abría más la boca y lo seguía acariciando sin introducírselo en la boca, yo me movía por la excitación y ella no dejaba de acariciarme. Al momento sentí la calidez de su boca cuando por fin lo introdujo al instante se le escapó un gemido más largo y más intenso, mis jugos se mezclaban con su saliva y producían el sonido del líquido en sus labios cada vez que introducía mi miembro en su boca, por momentos lentamente y por momentos más rápido, alternando las caricias en mis piernas y pecho mientras sus labios jugaban besando la base de mi miembro y por momentos con la lengua acariciaba mis dos testigos de lo excitante que estaba sucediendo.

Luego de varios minutos de un exquisito oral y bastante lubricado, se paró, le ayude a quitarse la blusa mientras ella con movimientos provocativos se quitaba el pantalón, la acosté en la cama y me posicioné sobre ella, besándole los senos uno a uno, mientras con las manos le acariciaba las piernas y entre ellas, notando lo húmeda que estaba. Con cada caricia en su entre pierna se le escapaban gemidos de excitación, pero su tanga aún me evitaba el contacto directo con unos labios bien rasurados y bastante húmedos. Seguí besándole los senos, el cuello y me dirigí a su oreja izquierda, momento en el que los gemidos fueron más seguidos y mi mano empezaba a hacer su trabajo bajo esa tanga blanca, comencé a mover mi dedo medio de arriba hacia abajo sintiendo directamente la humedad de esos labios que quería penetrar desde hacía varios minutos. Mi lengua seguía jugueteando con su oreja izquierda, mi mano derecha hacía su trabajo con su clítoris y mi mano izquierda le sostenía su mano derecha por encima de su cabeza. Varios minutos pasaron con mis dedos jugando con su clítoris y labios y mis labios jugando con su cuello, labios y pechos, cuando vi que los gemidos cada vez eran más seguidos y más intensos, me coloque frente a ella, lentamente le quité la tanga ya bastante húmeda, tomé un condón, me lo puse  y con mi miembro empecé a hacer el mismo trabajo que mis manos hicieron instantes antes. Ella se movía y con las manos se tocaba los senos, el abdomen y las caderas.

Luego de unos instantes de movimientos amalgamando sus jugos con los míos, lentamente la penetré y soltó el primer gemido fuerte, mientras dijo suavemente “hay, que rico…” yo sentí deliciosa esa calidez del interior de su vagina y me empecé a mover lentamente de adelante hacia atrás mientras ella levantaba las caderas de la cama contorsionándose y gimiendo al mismo tiempo. Poco a poco fui aumentando la rapidez del movimiento y la penetración era más rápida y más excitante. El sonido de su cuerpo chocando con el mío se empezaba a escuchar, mezclado con el sonido de la humedad de sus jugos y los míos. Las embestidas se hacían más fuertes y rápidas y ella gemía cada vez con más fuerza, la tomaba de las piernas, las colocaba en mis hombros y ella me tomaba de la cintura y me halaba hacia ella, cuando las embestidas bajaban de ritmo, aprovechaba para cambiarla de posición, le tomaba una pierna la ponía en el lado contrario, dejándola de lado y permitiéndome ver ese redondo y hermoso trasero, la penetré de lado y ella se empujaba hacia mi haciendo el sonido de nuestros cuerpos chocando cada vez más fuerte y se mezclaban con sus gemidos interrumpidos por su fuerte respiración.

En esa posición estuvimos por varios minutos cuando aprovechándola, se puso en cuatro dejándome ver mucho mejor el hermoso espectáculo de su trasero que se unía con su delgada cintura y me dejaba ver su espalda y el pelo que le caía en ella. La tomé por la cintura le introduje mi miembro y nuevamente gimió diciendo despacio “Por dioossss… que rico…” le acariciaba la espalda mientras la penetraba cada vez más fuertemente, sus gemidos eran más intensos, casi se intercalaban sus gemidos con un “¡hay! ¡Qué ricoooo! Mmmmm”, el calor aumentaba con cada embestida, el choque de su redondo trasero con mis muslos se escuchaba más fuerte y más seguido, ella se movía y contorneaba de arriba para abajo, se tomaba de pelo se agachaba sin dejar de gemir. Varios minutos penetrándola intercalando la intensidad y las caricias en su espalda, trasero y piernas, fueron aumentando la velocidad de las penetradas y en este caso era yo el que soltaba gemidos de placer y se mezclaban con los de ella, era exquisita la sensación de estar dentro de ella. Cuando se intensificaron las embestidas, ya no sabía donde más tocar, empecé a sentir esa deliciosa sensación en mi interior y tomándola mas fuerte de la cintura exploté y expulsé todo lo que pude, ella no paraba de moverse y gemir de placer, la abracé para sentir su cuerpo, los dos húmedos por el sudor, le besé la espalda, me acerqué a su cuello y le susurré al oído “Que rico…” Ella se rió y me dijo “Siiii que deliciosoooo, eso último estuvo Mmmmmm”.

Estuvimos acostados por otro par de minutos, yo me tomé casi de un trago una de las cervezas que aún llevaba, ya no estaba fría pero la sed me estaba matando, ella también se tomó una, platicamos sobre las veces anteriores que nos habíamos visto mientras nos terminábamos las cervezas. Luego nos vestimos, salimos, seguimos escuchando a Vicente Fernández, me dejó en mi casa, nos despedimos, y después de que me bajé del carro, puso a todo volumen “La derrota” canción que poco a poco dejaba de escuchar mientras se alejaba de lo que fue una noche inolvidable.