Marisol, 19 años, secretaria de la empresa donde yo trabajaba hace dos
años, ubicada en el edificio el cortijo, sobre la avenida reforma y 2da calle
de la zona 9. Marisol terminó la secundaria graduándose de secretariado bilingüe
en un colegio de los muchos de la zona 1. Al año siguiente entró a trabajar a
la empresa y pues como la mayoría de las nuevas en una empresa y más en su
primer trabajo, son tímidas, calladas e introvertidas. Marisol era llenita, no
gorda, tenía senos de tamaño moderado y un trasero grande pero sin mucha forma,
pelo negro liso, cara redonda, con un piercing en la parte superior de la oreja
izquierda, más arriba de donde generalmente se lo colocan las mujeres. La
empresa no era muy exigente en la vestimenta, pero ella generalmente llegaba
como si fuera la secretaria del presidente, impecable, camisa blanca, falda
corta pegada, tacones, bien arreglada, incluso a veces llegaba con chaleco, al
muy estilo de los bancos.
Yo trabajaba para el área de cobros de la empresa, así que por
cuestiones de que todo cuadre, muchas veces nos quedábamos tarde, después de
que todos se iban, generalmente el jefe inmediato superior también se quedaba
pues si nos íbamos muy tarde, él era quien cerraba. En los primeros días de
Marisol, se le notaba en entusiasmo, aunque como cualquier aprendiz tenía sus
errores, algunos leves y otros más garrafales, pero dado que estaba empezando,
el jefe del área era un poco considerado con ella. Actitudes que casi todos
empezaron a notar y empezaron los rumores de que el jefe le quería dar para sus
aguas.
Entre la tertulia laboral ya se empezaba a rumorear que Marisol era de
faldas flojas, pero nada concreto, simplemente porque generalmente tenía mucho
entusiasmo y no le costaba relacionarse con la gente del trabajo, pues lo
introvertida fue disminuyendo paulatinamente. Empezaba un trato con un poco mas
de confianza, pareciera que solo con los hombres, pero en realidad era igual
con las mujeres, situación que a veces incomodaba a algunas compañeras más
antiguas, pero mucho más serias con la forma de trato.
Un día, en esa época de transición entre la timidez y la falta de ella,
llegué a trabajar como normalmente lo hacía, pero me pareció ver muy poca gente
en la oficina y resulta que era por una manifestación de esas que pasan por el
obelisco, pasan por la reforma y se encaminan a la zona uno. Pues esa
manifestación fue bastante multitudinaria, tanto, que casi ocupaban ambas vías
de la avenida Reforma, las de ida y las de regreso, la cuestión es que esto
provocó un tráfico bastante largo en todas las calles aledañas a la avenida Reforma
y que era la razón por la cual mucha gente aún no había llegado a la empresa,
sobre todo los jefes. Doña Gloria, la señora de mantenimiento llegó un par de
minutos antes que yo y fue quien me contó sobre la manifestación. Dado que yo
me movilizo un bus y mi ruta no es aledaña a la avenida reforma, y tengo que
caminar varias cuadras desde donde me deja el bus hasta el trabajo, no tuve
problemas para llegar.
Marisol vive en la zona 4 y por la cercanía con la oficina, tampoco
tuvo inconvenientes para llegar como la mayoría. Cuando llegué la salude de
beso, y cuando me incliné para saludarla noté que no tenía el arete en la parte
superior de la oreja donde generalmente lo tenía, comentario que le hice casi
inmediatamente de tocar mis labios con su mejilla, y ella hizo un gesto con los
labios y los ojos y me contestó “Mmm mi papa”, yo le pregunté “¿Y eso?”, ella
contestó que su papá tenía prejuicios con todo lo que se salga de lo normal
para él, como piercings, tatuajes, ropa o peinados extravagantes, etc. Dijo
varias cosas, entre ellas una que quizá se le salió por su gesto, lo que dijo
fue “… y peor si me mira en carros ajenos de noche y peor si me mira…”, yo cual
inocente no imaginé nada sobre eso, pero ella se calló, se sonrojó un poco e
hizo un gesto y dijo “ya sabes, cosas que pasan”, yo no le di importancia y
simplemente le dije que era normal, los padres siempre quieren lo mejor para
sus hijos, la cuestión era el concepto de “mejor” para ellos, ella estaba de
acuerdo y así siguió la plática, inocente. Casi daban las 9 y la mayoría de
gente seguía sin llegar, desde la oficina se escuchaban las consignas de la
gente de la manifestación, pero nosotros seguíamos platicando, luego de varios
minutos, la marcha avanzó y se empezaron a descongestionar las calles, porque
empezaron a llegar los demás compañeros, situación que cuando noté, le dije que
ya estaban llegando todos y que si algún día almorzábamos, noté cierto
desinterés porque me respondió “Si haber que día”, yo pensé aquí no va haber
nada y simplemente me fui a mi área de trabajo.
Lo interesante fue que dado que salimos a almorzar a la 1 y media, a la
una con veintinueve minutos llegó donde estaba yo, y me dijo “¿Listo?” yo hice
una cara de extrañeza fingida y luego una cara como de comprensión y le dije
“Ahh si, vamos”. Noté que varios compañeros estaban desconcertados, pues no era
normal que algo así sucediera, conociéndolos, supongo que se quedaron
especulando sobre ese “vamos” pero quien sabe. Nos dirigimos caminando cuadra y
media del edificio a un restaurante decentón, ni shucos ni la estancia.
Mientras caminábamos le dije que pensé que eso de almorzar algún día nunca
llegaría y ella contestó “es que hay que dejarlos picados” yo me reí y le
conteste “me gusta, la estrategia ante todo”, ella se rió y así nos fuimos
platicando hasta llegar al restaurante. Durante el camino noté que se
comportaba mucho más extrovertida que en la empresa, su risa es fuerte, generalmente
casi rozando las carcajadas y yo creía que era extrovertida en el trabajo, pero
comparado como es afuera, seguramente es su versión de recatada.
Al inicio me sentí raro pues dentro de la empresa pude lidiar con
alguien así, viendo como era afuera, no sabía si podía “controlarlo”, pues me
costaba responder y reaccionar a sus inesperados comentarios o acciones, por
ejemplo, cuando íbamos cruzando la calle para llegar al restaurante, un policía
municipal de tránsito estaba dando vía a los vehículos, cuando casi nos
acercábamos a él me pregunto “¿Sabes que es un policía municipal de tránsito?”
yo en ese preciso momento no supe que responder porque estoy casi seguro que el
policía escucho, de reojo vi que volteó y se nos quedó viendo, yo me quedé
callado por un momento mientras avanzábamos y a ella se le escapó una especie
de carcajada en voz baja, a mi me dio risa su risa y también me reí. Unos pasos
lejos del policía le pregunté “¿No, que es?” ella respondió “Es una cagada al revés”
pero me lo dijo riéndose y pues me dio risa que se siguiera riendo, pregunté
porque y me dijo “Porque arriba está la bacinica y abajo está la mier…” las
carcajadas no dejaron que terminara la palabra y le dio un ataque de risa de
varios segundos, a mi me contagió la risa pero también me reía por lo bueno del
chiste, pues esos cascos que ahora usan son chistosos, terminamos cruzando la
calle riéndonos y seguimos caminando al restaurante.
Durante el almuerzo todo iba bien, se mostró bastante cómoda, me
comentó como se estaba sintiendo en la empresa, de su incomodidad con algunas
de sus conservadoras compañeras y que estaban pensando salir a bailar el
viernes siguiente luego de salir del trabajo. Pensaba auto invitarme cuando
preguntó si me gustaría ir, desde luego contesté que sí, dijo que ya varios
habían confirmado y conmigo éramos 7, 3 mujeres y 4 hombres. Al regresar del restaurante
venía a mi derecha y repentinamente se pasó a la izquierda, como escondiéndose
y se reía, cuando vi al policía de tránsito a media calle entendí, ella se
seguía riendo y tratándose de esconder del policía, y esa especie de carcajada
silenciosa no se borraba de su rostro.
Llegó el viernes por la tarde y ya varios comentaban sobre la salida,
como cualquier viernes en una empresa se sentía la alegría de que se acercaba
el fin de semana. Se llegó la hora y por unanimidad nos dirigimos hacia la zona
1, en dos carros, en el de Manuel de Contabilidad y en el de Marisol. Por
supuesto yo intentaba acercarme a Marisol lo más que pudiera porque ese trasero
me llamaba mucho la atención. Fuimos a un lugar sobre la séptima avenida y
después de pagar el cover del cual ni tenía idea, porque los tristes 70
quetzales que llevaba pensaba estirarlos hasta que se dejaran. Ya en el lugar,
pidieron 1 botella de XL, la cual costaba más del triple de su precio
comercial, pero supongo que ya habían ido a ese lugar varias veces y para ellos
valía la pena pagar.
Al inicio todo estaba tranquilo, reggaetón y música electrónica
chocaban con los oídos de los presentes, muchos bailaban y a mí no se me podía
quitar la idea de sus grandes glúteos chocando con mis muslos al ritmo de un
patán reggaetón. Luego de varios minutos se puso mejor, se llenó más el lugar y
empezó la bailadera. Viendo que casi todos bailaban, no me quería quedar atrás
y pues como en ese momento Marisol estaba bailando, saqué a Rocío, la de
recepción. Como muchas recepcionistas, era bonita, buen cuerpo, bien arreglada,
pero por alguna razón mis ojos buscaban los movimientos de Marisol, de baile en
ese momento y eróticos después, si se podía. Rocío no bailaba nada mal,
movimientos que mi amigo de entre mis piernas sintió y que a gritos me exigía
pegarlo más a las piernas y glúteos de una Rocío treintañera pero con bastante
potencial.
Luego de varias “piezas” musicales, Marisol se sentó, pero viendo que estaba
acalorada no quise hacer mi movida, seguimos dándole a la botella y luego de
unos minutos la música cambió a cumbia, momento en el que me dije “ahora es
cuando”, me paré y le dije a Marisol que bailáramos, quien totalmente
desperezada se levantó y nos hicimos paso entre la gente. Al inicio lamentaba
que la música hubiera cambiado, pues el reggaetón da más oportunidad de roces y
sobijeos pero a falta de, trataba de pegarme a ella lo mas que podía. En uno de
esos intentos, me pegué tanto que le rocé mi entrepierna horizontalmente con
toda la redondez de su trasero, movimiento que noté que disfrutaba, pues se
sintió un poco la presión que hizo hacia mí, seguimos bailando así y ella a
cada cierto tiempo hacia ciertos movimientos en los que por instantes quedaba
de espaldas a mí, viéndome de reojo y agachándose un poco dejando que los roces
se hicieran un poco más largos. Así bailamos durante varios minutos y nos
fuimos a sentar, eso se repitió varias veces durante la noche hasta que solo
conmigo bailaba.
La noche se acababa casi al mismo ritmo que la segunda botella, salimos
y a falta de seguir la fiesta, cada quien para su casa. Ella se ofreció a
dejarme a mí y a Rocío, yo le quedaba de camino, pero para ir a dejar a rocío
se debía desviar bastante. Nos despedimos todos y nos fuimos. Ella tomó el
periférico y se enrutó hacia la Roosevelt, pues rocío vivía cerca del hospital
Juan pablo II. La fue a dejar, nos despedimos y luego de que arrancó, se fue más
despacio, intentaba tomarla de la mano para ver que mas podía salir y ella me
correspondió, me le acerque y nos besamos, ella siempre manejando, al salir
nuevamente a la Roosevelt se detuvo frente a la entrada del Seminario Mayor, la
cual tiene una entrada desde la calzada, entrada que aprovechó para parquearse
y para seguirnos besando. Los besos cada vez se hacían más intensos y yo
sintiendo mis manos más libres empecé a tocarla, primero las piernas
aprovechando la falda corta del trabajo, luego con muy poca agilidad le
intentaba desabrochar la blusa, ella me seguía besando y me tocaba la
entrepierna con movimientos circulares, la presionaba y me besaba, yo la acercaba
hacia mí y le besaba la oreja, acto que hizo que se le escaparan un par de
gemidos y dije otra vez “ahora es cuando” pero la razón me hizo recordar que
del dinero que tenía, solamente me quedaban 20 quetzales, los cuales no
ayudaban para logar mi cometido.
Entre beso y beso, ella me seguía tocando la entrepierna, la pierna, el
pecho, la entrepierna, me tomaba del pelo y luego para abajo otra vez. Pensando
estratégicamente decidí seguir y sugerir irnos a otro lugar con la esperanza de
que ella pagara o me ayudara a pagar en su defecto. Eso pensaba cuando me
intentó desabrochar el pantalón, yo caballerosamente la ayudé y solo mi bóxer separaba
sus manos de mi miembro ya bastante atento. Ella lentamente me levantó el bóxer
y metió su mano, instante en el que al mismo tiempo que notó la humedad, dijo “Huuyyyy”,
con una risa maliciosa, yo la seguía besando, los labios, el cuello, los senos
y de regreso, ella empezó nuevamente los movimientos circulares en mi miembro
bastante erecto y la sensación cada vez era más deliciosa. Yo intenté
acomodarme recostándome un poco mas y ella bajó poco a poco de mi boca, hacia
mi pecho, abdomen, hasta que de tajo sentí la calidad de su boca introduciéndose
mi pene totalmente erecto, yo le acariciaba la espalda intentando meter mi mano
en su blusa, intento que se hacía difícil dada la posición. No se cuanta
experiencia tenía, pero ese oral lo estaba haciendo deliciosamente bien, sentía
como sus labios besaban, metían y sacaban mi miembro humedecido de su boca, con
ese sonido característico de la humedad mía mezclada con la humedad de su saliva.
Ella se movía y se estremecía, no sé si era porque le excitaba hacer
orales o porque mi mano estaba en su espalda acariciando todo lo que podían,
ese sonido exquisito de sus labios besando mi miembro seguía y poco a poco me
estremecía, esa deliciosa sensación cuando lo introducía completamente en su
boca es indescriptible, especialmente cuando lo hacía cada vez más rápido y mas
y mas, movimientos que cada vez me hacían moverme y presionar su cabeza hacia
mi procurando que se introdujera completamente en su boca, pues cada vez que
pasaba eso, esa excitante sensación aumentaba bastante. Ella notó que me
estremecía cada vez que la introducía completa y cada vez lo fue repitiendo y
mientras lo hacía, me tocaba la pierna, el pecho y me presionaba hacia ella,
los gemidos se me empezaban a salir y se mezclaban con los de ella, que como
repito, se notaba que disfrutaba mucho hacer orales. Cuando los gemidos se
hacían más constantes, ella la sacaba, la besaba lentamente, le pasaba la
lengua, la acariciaba con la mano y poco a poco se la introducía nuevamente, aumentando
la velocidad y luego la bajaba poco a poco, situación que se sentía deliciosamente
bien.
Las caricias en mi pecho y pierna seguían, cada vez se introducía mi
pene completamente en la boca y lo hacía mas y mas seguido, esos ricos
movimientos se repitieron por varios minutos, ambos disfrutando de ese exquisito
sexo oral que ella me estaba regalando, cuando la velocidad aumentaba, yo
estaba por explotar, ella se seguía moviendo, se me escapaban los gemidos y me
estremecía por esa deliciosa sensación, ella me miraba y se la introducía
completamente, esas miradas hacían que estuviera más cerca de llegar al punto clímax
cuando en ese preciso momento… suena su celular! Yo maldecía a quien
interrumpió tan delicioso placer y ella contestó. Era su papa preguntando dónde
estaba, ella respondió que ya iba para la casa, que en 15 minutos llegaba y
para que no notaran su agitación hablaba despacio explicando que había salido
con unos amigos del trabajo. Esos pocos minutos me parecieron siglos, después
de que colgó, se me quedó viendo y me dijo “príncipe, estas pendiente…” le dio un
último beso a mi miembro ya un poco desanimado y se posicionó para encender el
carro. Yo no terminaba de maldecir a su inoportuno padre que me quitó uno de
los mis placeres favoritos, terminar en su boca. Decepcionado me subí el bóxer,
me arreglé y ya con más confianza le iba preguntando cuando íbamos a terminar
lo que habíamos empezado. Ella con esa risa maliciosa me dijo que ya lo
pensaríamos, y luego de seguir platicando, quedamos en definirlo en un próximo y
espontáneo almuerzo.