jueves, 27 de marzo de 2014

Estabas pendiente.

¡Hueco! ¡Huecazo! ¡Marica! ¡Dejate de pajas! “Gritaban” los compañeros de la oficina por el chat interno de la empresa cuando se enteraron que Marisol me había ido a “dejar” a mi casa y yo no quería contarles que había pasado en su carro. Luego de aquel viernes de placer inconcluso, pasaron dos semanas y Marisol se mostró como si absolutamente nada hubiera pasado, pues el tema no lo volvió a mencionar, aunque de cierta manera se notaba un poco más en confianza conmigo, pues me hablaba un poquito más, en realidad no era tanta la diferencia, quiero pensar que era así y no que yo me lo estaba imaginando por lo sucedido hacía dos viernes. 

Con el paso del tiempo se miraba que ella iba tomando mas y mas confianza con la gente de la oficina en general, situación que me extrañó, pues dado nuestro secretito, pensé que conmigo iba haber mucha más confianza de la que hasta ahora tenía. Cierto día, que Rocío, la recepcionista estaba arreglando su escritorio luego de haber llegado, llegué yo y lo primero que hice fue preguntar por Marisol, situación que delató un poco mi interés por Marisol. Rocío medio lo notó, hizo un guiño y respondió que aún no había llegado. Ignoro que le contó Rocío a Marisol sobre mi pregunta de ese día, o si sacó de proporción mi pregunta, pero el caso es que me pareció raro que Marisol me preguntara sobre eso, levantando una ceja, me dijo literalmente “Me dijeron que me buscabas”, yo hice una cara de extrañeza y respondí “No, para nada, solo pregunté si habías llegado”, a lo que ella respondió “Pues aquí estoy, para que soy buena...”. Me pareció como intimidante su actitud y pensé que iba jugar también a lo mismo, así que le respondí “¿Pues tenemos algo pendiente, recuerdas?”, ella cerró los dos ojos y al abrirlos levantó nuevamente una sola ceja y me dijo “¿Así? ¿Cómo que será?” y yo le respondí “Pues si quieres te invito a una granizada con LECHE CONDENSADA y TERMINAMOS de platicar...” Dado que le puse énfasis a esa “leche condensada” y al “terminamos” ella se rió y me dijo, claro, te espero a la una y media para almorzar.

Dieron la una y media y justamente se dirigía hacia la salida, salió y se quedó esperando afuera, yo salí y al verme nos encaminamos hacia el lugar a donde generalmente íbamos a almorzar. Al inicio pensé que esa “salida” era medio secreta y que me iba decir que fuéramos a otro lado, pero ella se miraba fresca y sin prejuicios que no dijo nada. Llegamos al lugar para almorzar y como está cerca de la oficina, había varios compañeros que iban a almorzar al mismo lugar. Eligió una mesa que estaba a dos mesas de los compañeros más próximos, se sentó dándoles la espalda y por ende, yo me senté en el lugar frente a ella y de frente a los compañeros. Durante el almuerzo ella se mostró fresca sin prejuicios ni cola que le pisen, exactamente lo que yo quería. Ella no tocaba el tema y a mí que siempre me ha costado empezar ese tipo de temas de tajo, me hice el loco y solo hablamos de rumores del trabajo, que aquel anda con aquella, que aquel se voló a aquella, que aquella anda de faldas sueltas, en fin, chismes del trabajo.

Cuando ella mencionó que uno de conta le quería poner a Rocío, aproveché para preguntarle “¿Y nosotros cuando cuadramos?” ella se rió y me dijo “Ahhh si estás pendiente, casi se me olvida” seguro que se te va olvidar, si a eso veníamos, a definir, pero mi exceso de caballerosidad no me dejaba discutir el tema directamente, ella sonrió y dijo “Ahora hasta caballeroso me saliste” y yo respondí “Si no fuera caballeroso, aquel viernes te hubiera quitado el teléfono para que no contestaras y poder tener el final feliz que me robaron”, ella levantó una ceja y sonriendo me dijo “Eso me hubiera encantado”, al ver su ceja ligeramente sobre el nivel de la otra, me pensé que en realidad ella quería que ese final feliz sucediera y hasta me imaginé su cara picaresca viéndome mientras me hacía el oral recordando aquel glorioso viernes por la noche. Aprovechando eso decidí poner toda la carne en el asador le dije “El viernes after office” le dije con tono seguro y desafiante, ella hizo una cara de extrañeza y como aceptando el reto contestó “Va! ¡Pero en serio!” en ese momento me sentí como soldado después de ganar la guerra le extendí mi mano como cerrando un trato y le dije “Pero apagas tu celular” ella se rió, respondió al apretón de manos y se me quedó viendo fijamente como sabiendo que va ganar una buena apuesta.

Regresamos al trabajo platicando de situaciones personales, se reía a carcajadas de las cosas inusuales que le conté que me han pasado y yo deseaba que no hubiera ningún policía de tránsito para evitar la incomodidad de lo que pasó la otra vez en esa misma calle.

La semana terminó como cualquier semana en una oficina, con los ánimos más encendidos a medida que se acercaba el fin de semana. El viernes a la hora de salida, salió y se quedó esperando afuera, cuando salí me dijo “¿Nos vamos?”, inundado de extrañeza por no ver a nadie más que a ella, le dije, que sí. En el camino hacia su carro le comenté que pensé que al igual que la otra vez, íbamos a salir en grupo y me dijo que no, que se sentía mejor que saliéramos solo los dos, pues con algunos no tiene mayor relación que la laboral y que conmigo se sentía más cómoda. Yo me sentí halagado por ese comentario y sin cuestionar lo que me decía ya en el carro se enrutó hacia la zona uno. Sobre la séptima avenida y once calles de la zona uno empezó a buscar parqueo, pero dado que es una zona muy concurrida sobre todo los fines de semana, los parqueos estaban llenos. Durante esa búsqueda noté que había un lugar disponible pero en la calle, ella sin ningún problema me dijo que no importaba, que lo importante era parquearse porque quería tomar algo.

Me comentó que había un lugar frente a las cien puertas, que en realidad no era tan bueno, pero que ponían música, y sobre todo, había lugar para bailar; me comentó que ese lugar le parecía bien y casi sin ninguna respuesta alternativa le dije que estaba bien, que fuéramos a ese lugar. Al entrar, el lugar un poco oscuro, y con música electrónica a bastante volumen, como cualquier disco o bar nocturno. Nos sentamos y casi al instante le pregunté si quería tomar algo, ella contestó que generalmente no tomaba alcohol, pero que en ese momento se le antojaba una cuba libre. Cuando nos atendieron, le pedí la cuba libre y pedí un cubetazo de cerveza, pensando en que después se le podía antojar una, pues se podían calentar.

El lugar se empezó a llenar y la pista de baile se empezó a llenar. Dado el volumen alto de la música era un poco complicado entablar una relación y por iniciativa de ella, cuando llevaba dos tragos de mi cerveza, me haló hacia la pista de baile. Yo recordando sus movimientos de la última vez, nada perezoso me dejé llevar. Nunca he sido bueno para el baile, pero afortunadamente la música electrónica no tiene estructura de ritmo definida, prácticamente cualquier movimiento parece aceptable. Luego de un par de minutos deseaba que la música cambiara a reggaetón o lo que fuera que permitiera que ella rozara su redondo trasero en mis muslos, pues ese recuerdo de la última vez que bailamos era difícil de borrar, tomando en cuenta que vestía una falda sobre la rodilla, medias y tacones que hacían que su redondo trasero resaltara de su figura bastante femenina.

Como por arte de telepatía con el DJ, empezó a sonar “Cuéntale” de un tal Omar, música que aproveché para rozar su abundante cadera la máxima cantidad de veces pues ese trasero me tenía inquieto desde hace varios días. Afortunadamente ese tipo de música se prestaba para que se pusiera de espaldas a mí, y en repetidas ocasiones con movimientos provocativos, bajaba poco a poco inclinando su torso hacia adelante y su trasero rozaba con más fuerza y por más tiempo en mi entre pierna, haciendo que mi compañero de batallas se animara mucho más de lo que ya estaba solo con el incentivo imaginativo.

Así estuvimos bailando por varios minutos, la música cambiaba casi alternadamente como las veces que nos sentábamos para descansar y recobrar el aliento para el siguiente tipo de música, que variaba desde reggaetón, salsa, cumbia, merengue, bachata, éste último lo bailé con menos ímpetu, pues siempre me ha costado llevar ese ritmo.

Sin darnos cuenta ya eran casi las 11:30 y sin olvidar el objetivo, que era cumplir el contrato que en el almuerzo de ese día habíamos cerrado con un apretón de manos, pensé que en varios mataderos solo dan 3 horas por ser fin de semana, pero después de las 12, la salida puede ser hasta las 8 del siguiente día. Luego de dos cubetazos y 3 cubas libres, levantando una ceja me vio y me dijo “¿Y entonces?”, yo con tratando de esconder mi ansiedad por hurgar bajo su ropa interior, le contesté que nos fuéramos, ella con una sonrisa contestó que sí y salimos del lugar.

Ya en el carro le comenté lo de los horarios de los mataderos y la posibilidad de amanecer y me dijo que no podía, que podía llegar tarde pero tenía que llegar. Yo le dije que ya que estaba casi en el camino que fuéramos a un bien comentado lugar a unas cuadras del trébol. Ella me tomó la palabra y con música en el carro, nos dirigimos al lugar. Llegamos, y luego del proceso relativo al ingreso, entramos a la habitación la cual era temática, tenía unos pilares estilo romano y con una cama con decoración antigua.

Ella entró al baño y yo con la fea maña de siempre tener música en el teléfono, lo saqué y puse lo primero que sonara, afortunadamente fue música bastante movida, me senté en la cama, y cuando ella salió se empezó a mover al compás de la música, cosa que me encantó de sobremanera y que a mi amigazo bajo el ombligo también, pues ya venía despierto luego de la sobadera en el baile. Se me acercó moviendo las caderas y poco a poco se empezó a quitar la camisa, botón por botón, me miraba y se seguía moviendo, le vi el sostén, era blanco con encaje, sujetando ese par de redondeces que deseaba tocar desde hace varios días. Se quitó por completo la blusa y al ritmo de la música se acercaba hacia mí, yo sentado en la cama esperaba cada vez más poder tocar ese cuerpo, esos pechos, esa cintura, ese trasero y todo lo que me encantaba de ella. Al llegar hacia mí, abriendo sus piernas, se sentó en las mías y me dio uno de los besos más sensuales que jamás me han dado, me tomaba de la cabeza mientras me besaba, yo le acariciaba la cintura, la espalda, pasando mis manos por debajo de su sostén, sin quitárselo y luego regresaba a sus caderas y a su trasero, intentando meter mis manos en el ajustado pantalón de tela que tenía hasta sentir su ropa interior, una tanga con dos hilos que unían las dos partes.

Luego de un par de minutos en esa posición, abrazándola le quité el sostén y bajando de su boca, a al mentón, a su cuello y luego a su pecho, le acariciaba con los labios y la lengua ese par de senos tan hermosos y con los dientes fingía mordisquearle los pezones, que estaban lo bastante estimulados como para sentir su dureza en mi lengua. En esa posición, ella me quitó la camisa desabotonándola y luego de varios besos, empezó a bajar poco a poco desde el cuello, al pecho, del pecho al abdomen y  ombligo hasta toparse con la hebilla de mi cincho, el cual desabrochó mientras me miraba y hacía una sonrisa picaresca. Lentamente me desabrochaba el cinturón, luego el pantalón y mucho más despacio, casi a la inversa de mis ansias, el cierre del pantalón, me seguía viendo y esa sonrisa no la podía dejar de ver, me encantaba saber lo que estaba a punto de suceder en un par de segundos.

Casi podía sentir cada diente del cierre del pantalón por lo despacio que lo hacía, era difícil resistir aquella desesperación por adelantar el tiempo para que hiciera lo que iba a hacer, pero ella se tomaba su tiempo, luego de terminar con el cierre, me bajó el pantalón dejando notar el bulto que ya se marcaba en mi bóxer, acercó la boca lentamente y con los dientes tomó la orilla del bóxer y lo empezó a bajar lentamente, movimiento que me parecía mucho más lento que el del cierre, luego de ayudarse con las manos a bajarlo y dejar al descubierto mi miembro, sin usar las manos, pasó su mentón por la base de mi miembro ya bastante animado y poco a poco fue bajando hasta que su mentón pasó por mi glande, luego cerca de su labio inferior, yo en mi excitación casi podía sentir la humedad de su boca; cuando su boca estuvo justo al nivel de mi glande fue por demás excitante ver como abría la boca y con un movimiento un poco más rápido se introducía mi pene en su boca dejando sentir esa humedad que ya me estaba imaginando varios segundos antes.

Los movimientos de su boca llevaban casi el ritmo del sonido que emanaba de ella, ese sonido de humedad y succión que se escucha tan delicioso cuando se es partícipe de ese placer tan exquisito que es el sexo oral. De rodillas frente a mí, movía su cabeza de adelante hacia atrás, apoyándose en mi cadera y subiendo las manos de mis muslos a mi cadera, a mi abdomen, al pecho y nuevamente para abajo. Sacaba mi miembro de su boca, me miraba, sonreía, lo lamía, lo acariciaba con los labios y se lo introducía nuevamente dejando escuchar de nuevo ese compás de movimiento y sonidos que aumentan mucho más la excitación. Cuando notó que mis movimientos producto del placer que me estaba ofreciendo eran más notorios, se paró y me dijo, hoy si vas a tener el final feliz que te debía, pero va ser de otra forma. Terminando de decirlo, me terminó de quitar el pantalón y bóxer que aún estaban en mis tobillos, me haló hacia la cama y posicionándose sobre mí, cual jinete en su animal, se inclinó hacia mi dándome un beso, se apoyó sobre mis hombros y deslizándose hacia abajo sintiendo mi miembro en su entre pierna, se movía de manera que mi miembro se introdujera en su cavidad femenina que ya bastante humedecida me dejaba saborear.

Una vez que consiguió la penetración se empezó a mover de arriba hacia abajo, apoyándose en mi pecho y por momentos haciendo su cabeza hacia atrás, movimiento que me decía que estaba disfrutando de esa rica sensación tanto como yo. Luego de un par de minutos y de diminutos gemidos, se le empezaban a escapar gemidos cada vez mas fuertes al tiempo que se hacia atrás y se apoyaba en mis piernas, dejándome ver como la penetraba mientras que se movía de adelante hacia atrás. Como por comunicación corporal, luego de varios minutos, se posicionó boca arriba en la cama y me haló hacia ella, posicionándome frente a ella, abrió las piernas y me dejó ver ese majestuoso y erótico paisaje de su cavidad femenina dispuesta a que yo la llenara con mi masculinidad. Empecé a penetrarla despacio y poco a poco para disfrutar de esa humedad que ambos teníamos, me recosté sobre ella y la penetraba cada vez más rápido, nuestros ombligos se rozaban y casi se podía sentir como se mezclaba su sudor con el mío al tiempo que los gemidos se le escapaban mas fuertes mientras la penetraba una, otra, otra, otra y otra vez.

Cuando el ritmo de las embestidas bajó, aprovechó para levantarse, posicionarse de espaldas a mí y con manos y rodillas en la cama, me insinuaba con la mirada que la penetrara. Me acerqué a ella y luego de un par de besos en la espalda y cadera, la empecé a penetrar, con cada embestida de mezclaban los sonidos de mis muslos chocando con sus glúteos y de los gemidos que ella emitía, la tomaba de la cadera y la halaba hacia mí con movimientos un poco mas bruscos, ella se movía, hacía chocar sus nalgas con mis glúteos, yo acariciaba fuerte su espalda, su cadera, las piernas al compás de las penetraciones, de sus gemidos y de los míos. Pocos minutos bastaron para que la intensidad aumentara, el ritmo se acelerara y ella sintiera el caudal de líquido saliendo de mi y entrando en ella, en ese momento sus gemidos no eran tan fuertes pero si más largos, se contorsionaba como intentando extraerme hasta la última gota.

Después de ese excitante final, le día un beso en la espalda y le susurré al oído “Que final tan rico y feliz…” ella con la voz aún agitada respondió “delicioooossooooo”…

Luego de ese exquisito banquete de placeres, nos recostamos en la cama, yo ingeniándomelas para convencerla de que pasáramos ahí la noche y tener una segunda ronda de tan exquisito placer, pero ella insistía en que se tenía que ir porque la esperaban en casa. Yo resignándome, le dije que entonces en otra ocasión sería, ella contestó “si, algún día…” día que por el tono vi muy poco probable pero estaba satisfecho de lo que había sucedido minutos antes. Salimos del lugar, me pasó dejando a mi casa, y nos despedimos dejando entre líneas una posible segunda ronda.