¡Hueco! ¡Huecazo! ¡Marica! ¡Dejate de pajas!
“Gritaban” los compañeros de la oficina por el chat interno de la empresa
cuando se enteraron que Marisol me había ido a “dejar” a mi casa y yo no quería
contarles que había pasado en su carro. Luego de aquel viernes de placer
inconcluso, pasaron dos semanas y Marisol se mostró como si absolutamente nada
hubiera pasado, pues el tema no lo volvió a mencionar, aunque de cierta manera
se notaba un poco más en confianza conmigo, pues me hablaba un poquito más, en
realidad no era tanta la diferencia, quiero pensar que era así y no que yo me
lo estaba imaginando por lo sucedido hacía dos viernes.
Con el paso del tiempo se miraba que ella iba
tomando mas y mas confianza con la gente de la oficina en general, situación
que me extrañó, pues dado nuestro secretito, pensé que conmigo iba haber mucha más
confianza de la que hasta ahora tenía. Cierto día, que Rocío, la recepcionista
estaba arreglando su escritorio luego de haber llegado, llegué yo y lo primero
que hice fue preguntar por Marisol, situación que delató un poco mi interés por
Marisol. Rocío medio lo notó, hizo un guiño y respondió que aún no había
llegado. Ignoro que le contó Rocío a Marisol sobre mi pregunta de ese día, o si
sacó de proporción mi pregunta, pero el caso es que me pareció raro que Marisol
me preguntara sobre eso, levantando una ceja, me dijo literalmente “Me dijeron
que me buscabas”, yo hice una cara de extrañeza y respondí “No, para nada, solo
pregunté si habías llegado”, a lo que ella respondió “Pues aquí estoy, para que
soy buena...”. Me pareció como intimidante su actitud y pensé que iba jugar también
a lo mismo, así que le respondí “¿Pues tenemos algo pendiente, recuerdas?”,
ella cerró los dos ojos y al abrirlos levantó nuevamente una sola ceja y me
dijo “¿Así? ¿Cómo que será?” y yo le respondí “Pues si quieres te invito a una granizada
con LECHE CONDENSADA y TERMINAMOS de platicar...” Dado que le puse énfasis a
esa “leche condensada” y al “terminamos” ella se rió y me dijo, claro, te
espero a la una y media para almorzar.
Dieron la una y media y justamente se dirigía hacia
la salida, salió y se quedó esperando afuera, yo salí y al verme nos
encaminamos hacia el lugar a donde generalmente íbamos a almorzar. Al inicio
pensé que esa “salida” era medio secreta y que me iba decir que fuéramos a otro
lado, pero ella se miraba fresca y sin prejuicios que no dijo nada. Llegamos al
lugar para almorzar y como está cerca de la oficina, había varios compañeros
que iban a almorzar al mismo lugar. Eligió una mesa que estaba a dos mesas de
los compañeros más próximos, se sentó dándoles la espalda y por ende, yo me
senté en el lugar frente a ella y de frente a los compañeros. Durante el
almuerzo ella se mostró fresca sin prejuicios ni cola que le pisen, exactamente
lo que yo quería. Ella no tocaba el tema y a mí que siempre me ha costado
empezar ese tipo de temas de tajo, me hice el loco y solo hablamos de rumores
del trabajo, que aquel anda con aquella, que aquel se voló a aquella, que
aquella anda de faldas sueltas, en fin, chismes del trabajo.
Cuando ella mencionó que uno de conta le quería
poner a Rocío, aproveché para preguntarle “¿Y nosotros cuando cuadramos?” ella
se rió y me dijo “Ahhh si estás pendiente, casi se me olvida” seguro que se te
va olvidar, si a eso veníamos, a definir, pero mi exceso de caballerosidad no
me dejaba discutir el tema directamente, ella sonrió y dijo “Ahora hasta
caballeroso me saliste” y yo respondí “Si no fuera caballeroso, aquel viernes
te hubiera quitado el teléfono para que no contestaras y poder tener el final
feliz que me robaron”, ella levantó una ceja y sonriendo me dijo “Eso me
hubiera encantado”, al ver su ceja ligeramente sobre el nivel de la otra, me pensé
que en realidad ella quería que ese final feliz sucediera y hasta me imaginé su
cara picaresca viéndome mientras me hacía el oral recordando aquel glorioso
viernes por la noche. Aprovechando eso decidí poner toda la carne en el asador le
dije “El viernes after office” le
dije con tono seguro y desafiante, ella hizo una cara de extrañeza y como
aceptando el reto contestó “Va! ¡Pero en serio!” en ese momento me sentí como
soldado después de ganar la guerra le extendí mi mano como cerrando un trato y
le dije “Pero apagas tu celular” ella se rió, respondió al apretón de manos y
se me quedó viendo fijamente como sabiendo que va ganar una buena apuesta.
Regresamos al trabajo platicando de situaciones
personales, se reía a carcajadas de las cosas inusuales que le conté que me han
pasado y yo deseaba que no hubiera ningún policía de tránsito para evitar la
incomodidad de lo que pasó la otra vez en esa misma calle.
La semana terminó como cualquier semana en una
oficina, con los ánimos más encendidos a medida que se acercaba el fin de
semana. El viernes a la hora de salida, salió y se quedó esperando afuera,
cuando salí me dijo “¿Nos vamos?”, inundado de extrañeza por no ver a nadie más
que a ella, le dije, que sí. En el camino hacia su carro le comenté que pensé
que al igual que la otra vez, íbamos a salir en grupo y me dijo que no, que se
sentía mejor que saliéramos solo los dos, pues con algunos no tiene mayor
relación que la laboral y que conmigo se sentía más cómoda. Yo me sentí
halagado por ese comentario y sin cuestionar lo que me decía ya en el carro se
enrutó hacia la zona uno. Sobre la séptima avenida y once calles de la zona uno
empezó a buscar parqueo, pero dado que es una zona muy concurrida sobre todo
los fines de semana, los parqueos estaban llenos. Durante esa búsqueda noté que
había un lugar disponible pero en la calle, ella sin ningún problema me dijo
que no importaba, que lo importante era parquearse porque quería tomar algo.
Me comentó que había un lugar frente a las cien
puertas, que en realidad no era tan bueno, pero que ponían música, y sobre
todo, había lugar para bailar; me comentó que ese lugar le parecía bien y casi
sin ninguna respuesta alternativa le dije que estaba bien, que fuéramos a ese
lugar. Al entrar, el lugar un poco oscuro, y con música electrónica a bastante volumen,
como cualquier disco o bar nocturno. Nos sentamos y casi al instante le
pregunté si quería tomar algo, ella contestó que generalmente no tomaba
alcohol, pero que en ese momento se le antojaba una cuba libre. Cuando nos
atendieron, le pedí la cuba libre y pedí un cubetazo de cerveza, pensando en
que después se le podía antojar una, pues se podían calentar.
El lugar se empezó a llenar y la pista de baile se
empezó a llenar. Dado el volumen alto de la música era un poco complicado
entablar una relación y por iniciativa de ella, cuando llevaba dos tragos de mi
cerveza, me haló hacia la pista de baile. Yo recordando sus movimientos de la
última vez, nada perezoso me dejé llevar. Nunca he sido bueno para el baile,
pero afortunadamente la música electrónica no tiene estructura de ritmo
definida, prácticamente cualquier movimiento parece aceptable. Luego de un par
de minutos deseaba que la música cambiara a reggaetón o lo que fuera que
permitiera que ella rozara su redondo trasero en mis muslos, pues ese recuerdo de
la última vez que bailamos era difícil de borrar, tomando en cuenta que vestía
una falda sobre la rodilla, medias y tacones que hacían que su redondo trasero
resaltara de su figura bastante femenina.
Como por arte de telepatía con el DJ, empezó a sonar
“Cuéntale” de un tal Omar, música que aproveché para rozar su abundante cadera la
máxima cantidad de veces pues ese trasero me tenía inquieto desde hace varios días.
Afortunadamente ese tipo de música se prestaba para que se pusiera de espaldas
a mí, y en repetidas ocasiones con movimientos provocativos, bajaba poco a poco
inclinando su torso hacia adelante y su trasero rozaba con más fuerza y por más
tiempo en mi entre pierna, haciendo que mi compañero de batallas se animara
mucho más de lo que ya estaba solo con el incentivo imaginativo.
Así estuvimos bailando por varios minutos, la música
cambiaba casi alternadamente como las veces que nos sentábamos para descansar y
recobrar el aliento para el siguiente tipo de música, que variaba desde reggaetón,
salsa, cumbia, merengue, bachata, éste último lo bailé con menos ímpetu, pues
siempre me ha costado llevar ese ritmo.
Sin darnos cuenta ya eran casi las 11:30 y sin
olvidar el objetivo, que era cumplir el contrato que en el almuerzo de ese día
habíamos cerrado con un apretón de manos, pensé que en varios mataderos solo
dan 3 horas por ser fin de semana, pero después de las 12, la salida puede ser hasta
las 8 del siguiente día. Luego de dos cubetazos y 3 cubas libres, levantando
una ceja me vio y me dijo “¿Y entonces?”, yo con tratando de esconder mi
ansiedad por hurgar bajo su ropa interior, le contesté que nos fuéramos, ella
con una sonrisa contestó que sí y salimos del lugar.
Ya en el carro le comenté lo de los horarios de los
mataderos y la posibilidad de amanecer y me dijo que no podía, que podía llegar
tarde pero tenía que llegar. Yo le dije que ya que estaba casi en el camino que
fuéramos a un bien comentado lugar a unas cuadras del trébol. Ella me tomó la
palabra y con música en el carro, nos dirigimos al lugar. Llegamos, y luego del
proceso relativo al ingreso, entramos a la habitación la cual era temática,
tenía unos pilares estilo romano y con una cama con decoración antigua.
Ella entró al baño y yo con la fea maña de siempre
tener música en el teléfono, lo saqué y puse lo primero que sonara,
afortunadamente fue música bastante movida, me senté en la cama, y cuando ella
salió se empezó a mover al compás de la música, cosa que me encantó de
sobremanera y que a mi amigazo bajo el ombligo también, pues ya venía despierto
luego de la sobadera en el baile. Se me acercó moviendo las caderas y poco a
poco se empezó a quitar la camisa, botón por botón, me miraba y se seguía
moviendo, le vi el sostén, era blanco con encaje, sujetando ese par de
redondeces que deseaba tocar desde hace varios días. Se quitó por completo la
blusa y al ritmo de la música se acercaba hacia mí, yo sentado en la cama
esperaba cada vez más poder tocar ese cuerpo, esos pechos, esa cintura, ese
trasero y todo lo que me encantaba de ella. Al llegar hacia mí, abriendo sus
piernas, se sentó en las mías y me dio uno de los besos más sensuales que jamás
me han dado, me tomaba de la cabeza mientras me besaba, yo le acariciaba la
cintura, la espalda, pasando mis manos por debajo de su sostén, sin quitárselo y
luego regresaba a sus caderas y a su trasero, intentando meter mis manos en el
ajustado pantalón de tela que tenía hasta sentir su ropa interior, una tanga
con dos hilos que unían las dos partes.
Luego de un par de minutos en esa posición,
abrazándola le quité el sostén y bajando de su boca, a al mentón, a su cuello y
luego a su pecho, le acariciaba con los labios y la lengua ese par de senos tan
hermosos y con los dientes fingía mordisquearle los pezones, que estaban lo
bastante estimulados como para sentir su dureza en mi lengua. En esa posición,
ella me quitó la camisa desabotonándola y luego de varios besos, empezó a bajar
poco a poco desde el cuello, al pecho, del pecho al abdomen y ombligo hasta toparse con la hebilla de mi
cincho, el cual desabrochó mientras me miraba y hacía una sonrisa picaresca.
Lentamente me desabrochaba el cinturón, luego el pantalón y mucho más despacio,
casi a la inversa de mis ansias, el cierre del pantalón, me seguía viendo y esa
sonrisa no la podía dejar de ver, me encantaba saber lo que estaba a punto de
suceder en un par de segundos.
Casi podía sentir cada diente del cierre del
pantalón por lo despacio que lo hacía, era difícil resistir aquella
desesperación por adelantar el tiempo para que hiciera lo que iba a hacer, pero
ella se tomaba su tiempo, luego de terminar con el cierre, me bajó el pantalón
dejando notar el bulto que ya se marcaba en mi bóxer, acercó la boca lentamente
y con los dientes tomó la orilla del bóxer y lo empezó a bajar lentamente,
movimiento que me parecía mucho más lento que el del cierre, luego de ayudarse
con las manos a bajarlo y dejar al descubierto mi miembro, sin usar las manos,
pasó su mentón por la base de mi miembro ya bastante animado y poco a poco fue bajando
hasta que su mentón pasó por mi glande, luego cerca de su labio inferior, yo en
mi excitación casi podía sentir la humedad de su boca; cuando su boca estuvo
justo al nivel de mi glande fue por demás excitante ver como abría la boca y
con un movimiento un poco más rápido se introducía mi pene en su boca dejando
sentir esa humedad que ya me estaba imaginando varios segundos antes.
Los movimientos de su boca llevaban casi el ritmo
del sonido que emanaba de ella, ese sonido de humedad y succión que se escucha
tan delicioso cuando se es partícipe de ese placer tan exquisito que es el sexo
oral. De rodillas frente a mí, movía su cabeza de adelante hacia atrás,
apoyándose en mi cadera y subiendo las manos de mis muslos a mi cadera, a mi
abdomen, al pecho y nuevamente para abajo. Sacaba mi miembro de su boca, me
miraba, sonreía, lo lamía, lo acariciaba con los labios y se lo introducía
nuevamente dejando escuchar de nuevo ese compás de movimiento y sonidos que
aumentan mucho más la excitación. Cuando notó que mis movimientos producto del
placer que me estaba ofreciendo eran más notorios, se paró y me dijo, hoy si
vas a tener el final feliz que te debía, pero va ser de otra forma. Terminando de
decirlo, me terminó de quitar el pantalón y bóxer que aún estaban en mis
tobillos, me haló hacia la cama y posicionándose sobre mí, cual jinete en su
animal, se inclinó hacia mi dándome un beso, se apoyó sobre mis hombros y deslizándose
hacia abajo sintiendo mi miembro en su entre pierna, se movía de manera que mi
miembro se introdujera en su cavidad femenina que ya bastante humedecida me
dejaba saborear.
Una vez que consiguió la penetración se empezó a
mover de arriba hacia abajo, apoyándose en mi pecho y por momentos haciendo su
cabeza hacia atrás, movimiento que me decía que estaba disfrutando de esa rica
sensación tanto como yo. Luego de un par de minutos y de diminutos gemidos, se
le empezaban a escapar gemidos cada vez mas fuertes al tiempo que se hacia
atrás y se apoyaba en mis piernas, dejándome ver como la penetraba mientras que
se movía de adelante hacia atrás. Como por comunicación corporal, luego de
varios minutos, se posicionó boca arriba en la cama y me haló hacia ella, posicionándome
frente a ella, abrió las piernas y me dejó ver ese majestuoso y erótico paisaje
de su cavidad femenina dispuesta a que yo la llenara con mi masculinidad.
Empecé a penetrarla despacio y poco a poco para disfrutar de esa humedad que
ambos teníamos, me recosté sobre ella y la penetraba cada vez más rápido,
nuestros ombligos se rozaban y casi se podía sentir como se mezclaba su sudor
con el mío al tiempo que los gemidos se le escapaban mas fuertes mientras la
penetraba una, otra, otra, otra y otra vez.
Cuando el ritmo de las embestidas bajó, aprovechó
para levantarse, posicionarse de espaldas a mí y con manos y rodillas en la
cama, me insinuaba con la mirada que la penetrara. Me acerqué a ella y luego de
un par de besos en la espalda y cadera, la empecé a penetrar, con cada
embestida de mezclaban los sonidos de mis muslos chocando con sus glúteos y de
los gemidos que ella emitía, la tomaba de la cadera y la halaba hacia mí con
movimientos un poco mas bruscos, ella se movía, hacía chocar sus nalgas con mis
glúteos, yo acariciaba fuerte su espalda, su cadera, las piernas al compás de
las penetraciones, de sus gemidos y de los míos. Pocos minutos bastaron para
que la intensidad aumentara, el ritmo se acelerara y ella sintiera el caudal de
líquido saliendo de mi y entrando en ella, en ese momento sus gemidos no eran
tan fuertes pero si más largos, se contorsionaba como intentando extraerme
hasta la última gota.
Después de ese excitante final, le día un beso en la
espalda y le susurré al oído “Que final tan rico y feliz…” ella con la voz aún
agitada respondió “delicioooossooooo”…
Luego de ese exquisito banquete de placeres, nos
recostamos en la cama, yo ingeniándomelas para convencerla de que pasáramos ahí
la noche y tener una segunda ronda de tan exquisito placer, pero ella insistía
en que se tenía que ir porque la esperaban en casa. Yo resignándome, le dije
que entonces en otra ocasión sería, ella contestó “si, algún día…” día que por
el tono vi muy poco probable pero estaba satisfecho de lo que había sucedido
minutos antes. Salimos del lugar, me pasó dejando a mi casa, y nos despedimos
dejando entre líneas una posible segunda ronda.