Aquel sábado por la tarde nos pusimos de acuerdo con Fredy, Miguel y su
prima Cristina para ir al concierto de Vicente Fernández al día siguiente, es
decir, el domingo 26 de agosto de 2012, como habíamos gastado bastante dinero
para las entradas, porque cada una nos costó Q 800.00 mas lo que cobran por
servicio, estábamos haciendo cuentas para saber cuánto debía llevar cada uno
aproximadamente tomando en cuenta la gasolina, la comida, las cervezas, etc.
Yo llegué aproximadamente a las 4 de la tarde, ya había bastante gente
para esa hora, como yo iba en bus, me compré una cerveza mientras esperaba que
llegara Fredy, porque Cristina iba llevar a Miguel en su carro pero llegarían
hasta las 6 de la tarde. Con cerveza en mano caminé despacio desde el inicio
del estadio mientras me deleitaba la imaginación viendo vaqueritas pasar, con
sombrero, maquillaje moderado, pantalones ajustados dejando ver la redonda
forma de los glúteos, un escote de camisa que además de la delgada cadena de
oro dejaba ver un sensual, brilloso y sudado escote que contrastaba con el pelo
que le caía en hombro, y que al pasar dejaban un rastro de perfume exquisito,
trataba de ignorar que la mayoría de ellas iban acompañadas de uno o varios
vaqueros con camisa rayada, hebilla grande, panzones de bigote o candado mal
afeitado, anillos grandes y cadenas en las muñecas. Estaba tomándome la segunda
cerveza cuando me llamó Fredy, le dije donde estaba, llegó ya con una cerveza
en la mano, y nos sentamos a platicar esperando a los demás.
Nos terminábamos la quinta cerveza cuando me llamó Miguel, le dije
donde estábamos sentados y llegó con Cristina, quien por la ocasión pensé que
llegaría como una vaquerita como las que había visto anteriormente, pues tiene
pechos pequeños, pero lo compensa dos cuartas mas abajo por la parte de atrás,
pero para mi sorpresa llegó como generalmente se viste, con una blusa pegada,
generalmente dejando un hombro al descubierto, un pantalón pegado, zapatos abiertos
con tacón no muy alto, pelo suelto, pulseras de distintos colores, aretes
grandes y una cadena lo suficientemente larga para que el dige caiga al inicio
de la unión del busto rozando la blusa, ligeramente maquillada y ese brillo en
los labios que provocan besarlos suavemente.
Los saludamos, compramos cerveza para los dos, se unieron a la plática,
la cual estaba en la maña de las mujeres de ir juntas al baño, platica a la que
llegamos después de discutir patanamente sobre las diferencias entre las
fantasías sexuales de hombres y mujeres. Luego de una falsa alarma por el ruido
de la muchedumbre dentro del estadio, pensamos que ya iba a comenzar el
concierto y las ansias aumentaron. Cristina se terminaba su segunda cerveza
cuando el ruido de la gente del estadio anunció que el concierto empezaba, yo
llevaba mi cerveza a la mitad y me la tomé de un solo por entrar al concierto.
Hicimos la cola respectiva, primero estaba Fredy, luego Miguel, y frente a mí,
Cristina. Como en todo concierto, las filas son largas pero al llegar a la
entrada, el espacio personal se empieza a reducir hasta rozar a la persona de
adelante y atrás. Sin ningún tipo de morbo intencional, los glúteos de Cristina
empezaban a rozar mis muslos, su pantalón azul ajustado y mi pantalón negro
holgado evitaban el contacto de piel. Esos movimientos ligeros continuaron por
varios minutos, pero por respeto y caballerosidad trataba de evitarlos, aunque
por dentro deseaba que la cola se compactara para tener roses más largos con
sus redondos glúteos.
Entramos al estadio y el Hijo de don Chente teloneaba el concierto, buscábamos
un buen lugar para acomodarnos y disfrutar del concierto cuando empezaron las
primeras notas de guitarra de la canción “Me gustas” de Joan Sebastian, casi instantáneamente
Cristina pegó un grito de emoción que se confundió con otros muchos gritos de
la gente del estadio, tomándome del hombro y por el ruido de la gente me gritó
cerca del oído “me encanta esa canción”, respondí que era una muy buena canción,
la coreamos junto a la muchedumbre del estadio. Cristina se veía muy
emocionada, movía la cabeza y el cuerpo mientras coreaba las canciones,
movimientos que por su figura eran sexualmente llamativos, al menos para mí. La
emoción aumentó cuando se despidió el hijo de Chente y llegaba el momento por
el que habíamos pagado tanto. La multitud enloqueció cuando salió el mariachi
Azteca tocando y Vicente Fernández cantando “Me canse de rogarle, me cansé de
decirle…” todos gritaban emocionados, pero por la cercanía escuchaba mas los
gritos de Cristina quien parecía no creerlo.
Cristina no parecía cansarse de gritar y corear las canciones, compramos
varias cervezas adentro mientras coreábamos las canciones pero cuando escuché
al mariachi tocar “La derrota” y a Chente cantar “Por darle rienda suelta a mis
antojos…” ahora el que gritaba era yo, esa canción siempre me gustó mucho, casi
me tomé la cerveza de un solo, cuando Cristina me vio, me abrazó y se balanceaba
de un lado a otro, y recostando su cabeza sobre mi hombro, pero no fue hasta
que la canción terminó que noté que cristina tenía sus manos en mi cintura
abrazándome, cosa que me pareció extraño pues pocas veces había compartido con
ella de esa manera, pensé que podía ser la emoción del momento y no le di mucha
importancia. Luego de varias canciones su mano derecha pasó de mi cintura a mi
bolsa izquierda trasera, cosa que me extraño mucho mas, pues el momento romántico
ya había pasado. Noté que Miguel vio todo el proceso, pero como buen cuate se
hizo el loco, simplemente se reía con un gesto de “Que serote”.
Durante el concierto hubo varias canciones que yo no había escuchado y
Cristina tampoco, durante esos momentos platicábamos sobre el fracaso de las
relaciones mientras yo intentaba desviar la conversación a un sentido más
sexual, pues a esas alturas ya quería hurgar debajo de su pantalón. La plática
se complicaba por momentos por el ruido de la gente pero seguía intentando
haber si tenía “éxito”. Noté que cada vez que mencionaba temas sexuales,
Cristina se reía de una forma maliciosa, inclinando ligeramente la cabeza y girándola
como negando lo que yo decía y algunas veces limpiándose de los labios el
exceso de cerveza con el dedo medio, cosa que aumentaba más mis ganas de
desenmarañar sus tesoros íntimos.
No sé si fue el efecto de la cerveza o si en realidad Cristina me había
tomado más confianza, pero al terminar el concierto ya bromeaba conmigo de
forma distinta, se reía diferente, incluso su forma de trato era diferente.
Salimos del estadio hablando de lo bueno que había estado el concierto y que me
había quedado picado con la cerveza, cosa que Cristina también afirmó pero
Fredy dejó claro que ella iba manejar y que no debía beber más. Tomé lo que
dijo Fredy como plataforma para decir que como yo no iba manejar, si podía seguir,
así que compre otras cuatro cervezas, una para Miguel y una para mí y dos para
llevar, porque Fredy dijo que ya no quería y Cristina tomándole la palabra a
Fredy, dijo que no porque debía manejar.
Durante el camino, no bastándonos el concierto Cristina puso un disco
de chente y seguimos cantando en el camino. Por azares del destino sonó “La
Derrota”, Cristina gritó y dijo, “hasta hoy la escuche pero no la voy a olvidar”
refiriéndose a que esa canción motivó que nos abrazáramos, me vio por el
retrovisor y me guiñó el ojo, cosa que afortunadamente solo yo vi. Pasó dejando
a Fredy en la zona 6 y seguido le preguntó a Miguel si lo iba dejar a su casa, pues
Miguel vive en la zona 1, el preguntó que pensaba hacer y ella respondió que lo
dejaría en su casa y que después me iría a dejar a mí. Miguel dijo que estaba
bien y lo pasó dejando a su casa, pero cuando se despidió de mí, me dio la
mano, hizo una mueca, levantó una sola ceja y se rió, yo asumí que era porque
solo quedábamos ella y yo.
Miguel se bajó y yo me pasé al sillón del copiloto. Ella seguía con entusiasmo
rezagado del concierto y me preguntó que me pareció el concierto, yo le contesté “Mmm mas o menos” luego de una pequeña risa y con
la mano haciendo el gesto de “mas o menos” intentando ser indiferente, ella pegó la
carcajada y me dijo “Que mentira!!! Si yo te vi gritando jajaja” luego me reí y
le dije que efectivamente me había gustado mucho, sobre todo la plática a medio
concierto mirándola fijamente a los ojos, se quedó seria por un instante y
luego aprovechó el cambio de canción que escuchábamos para gritar y cantar “Por
presumir, a mis amigos les conté…” yo la seguí y canté con ella. Durante el
camino seguimos cantando y platicando, recordé que cuando intencional pero
sutilmente insertaba temas o bromas sexuales en la plática, ella hacía gestos y
se reía de forma distinta así que lo volví a hacer varias veces. Para esas
alturas estábamos en el periférico y al
sonido de “Por tu maldito amor”, ahorrillo el carro, le subió volumen a la
música, me tomó con una mano la pierna, con la otra me tomó de la playera y me
acercó hacia ella dándome un muy sensual beso.
En ese momento estaba estupefacto, no podía creer que alguien como ella
fuera a reaccionar así, pensé que quizá era el efecto del alcohol, aunque
siempre había sido extrovertida, también pensé que posiblemente esa era su
forma de ser, todo eso pensaba mientras intentaba disfrutar del beso que me
daba porque aún me parecía difícil de creer que en realidad estuviera
sucediendo, y que durara tanto, fue uno de los besos más largos de mi vida. Me
tomó de la cabeza, pasó por el cuello, por mi pecho, mientras me seguí besando,
cada vez más intensamente, pasó su mano de mi pecho al abdomen, luego a la
pierna y luego sin previo aviso a mi entre pierna, la cual a esas alturas tenía
un miembro un tanto abultado por los besos tan intensos que me estaba dando.
Estuvimos así varios minutos, hasta hoy sigo pensando que me tardé mucho en
corresponderle utilizando mi sentido del tacto, pues empecé por su pierna,
subiendo hacia su ombligo, los senos el cuello, el hombro y de nuevo hacia
abajo, intensificando el contacto en algunos momentos. Cuando llegué a su entre
pierna estaba bastante mojada a pesar de tener pantalón, empecé a tratar de
estimularla, pero la posición en la que estábamos me impedía hacerlo con
comodidad. Luego de unos minutos de besos y toqueteos, me vio a los ojos y me
hizo el gesto con el rostro de “¿vamos?”, yo ni lento ni perezoso le dije “ya estuviéramos
allá”.
Ella se desvió hacia la Roosevelt y sin dejar de tocarme la pierna y la
entre pierna, se metió al Omni y luego del proceso relativo al ingreso,
entramos a la habitación. Ella entro primero, me llevaba de la mano, se sentó
en la cama y me haló hacia ella, mientras me besaba me dijo “desde el concierto
quería hacer esto”, luego de unos momentos de besarnos, lentamente me empezó a
quitar la playera sin dejar de besarme, ya sin playera, me besaba el mentón, el
cuello, el pecho, el abdomen y mientras lo hacía con las manos me desabrochaba
el pantalón, me lo bajó y cuando sus labios iban por mi abdomen, con los
dientes y lentamente me quitaba el bóxer hasta dejar ver mi miembro muy entusiasmado
tanto como ella. Con las manos me terminó de bajar el bóxer, se paró, hizo que
me sentara en la orilla de la cama, me empujó lentamente para que me acostara,
me besó los labios, y poco a poco fue del cuello hacia abajo, cuando llegó a mi
ombligo, empezó a bajar mucho más despacio, aumentando así mi excitación. Con
el mentón rozaba mi miembro de un lado hacia a otro y bajaba pero muy despacio,
con sus manos me acariciaba el pecho y las piernas, mientras unos sonidos de excitación
se le escapaban por momentos.
Cuando por fin llegó su boca al nivel de mi miembro, con la boca
semiabierta lentamente lo acariciaba de un lado hacia otro, lo besaba, abría más
la boca y lo seguía acariciando sin introducírselo en la boca, yo me movía por
la excitación y ella no dejaba de acariciarme. Al momento sentí la calidez de
su boca cuando por fin lo introdujo al instante se le escapó un gemido más
largo y más intenso, mis jugos se mezclaban con su saliva y producían el sonido
del líquido en sus labios cada vez que introducía mi miembro en su boca, por
momentos lentamente y por momentos más rápido, alternando las caricias en mis
piernas y pecho mientras sus labios jugaban besando la base de mi miembro y por
momentos con la lengua acariciaba mis dos testigos de lo excitante que estaba
sucediendo.
Luego de varios minutos de un exquisito oral y bastante lubricado, se
paró, le ayude a quitarse la blusa mientras ella con movimientos provocativos
se quitaba el pantalón, la acosté en la cama y me posicioné sobre ella, besándole
los senos uno a uno, mientras con las manos le acariciaba las piernas y entre
ellas, notando lo húmeda que estaba. Con cada caricia en su entre pierna se le
escapaban gemidos de excitación, pero su tanga aún me evitaba el contacto directo
con unos labios bien rasurados y bastante húmedos. Seguí besándole los senos,
el cuello y me dirigí a su oreja izquierda, momento en el que los gemidos
fueron más seguidos y mi mano empezaba a hacer su trabajo bajo esa tanga
blanca, comencé a mover mi dedo medio de arriba hacia abajo sintiendo directamente
la humedad de esos labios que quería penetrar desde hacía varios minutos. Mi
lengua seguía jugueteando con su oreja izquierda, mi mano derecha hacía su
trabajo con su clítoris y mi mano izquierda le sostenía su mano derecha por
encima de su cabeza. Varios minutos pasaron con mis dedos jugando con su clítoris
y labios y mis labios jugando con su cuello, labios y pechos, cuando vi que los
gemidos cada vez eran más seguidos y más intensos, me coloque frente a ella,
lentamente le quité la tanga ya bastante húmeda, tomé un condón, me lo puse y con mi miembro empecé a hacer el mismo
trabajo que mis manos hicieron instantes antes. Ella se movía y con las manos
se tocaba los senos, el abdomen y las caderas.
Luego de unos instantes de movimientos amalgamando sus jugos con los míos,
lentamente la penetré y soltó el primer gemido fuerte, mientras dijo suavemente
“hay, que rico…” yo sentí deliciosa esa calidez del interior de su vagina y me
empecé a mover lentamente de adelante hacia atrás mientras ella levantaba las
caderas de la cama contorsionándose y gimiendo al mismo tiempo. Poco a poco fui
aumentando la rapidez del movimiento y la penetración era más rápida y más
excitante. El sonido de su cuerpo chocando con el mío se empezaba a escuchar,
mezclado con el sonido de la humedad de sus jugos y los míos. Las embestidas se
hacían más fuertes y rápidas y ella gemía cada vez con más fuerza, la tomaba de
las piernas, las colocaba en mis hombros y ella me tomaba de la cintura y me
halaba hacia ella, cuando las embestidas bajaban de ritmo, aprovechaba para
cambiarla de posición, le tomaba una pierna la ponía en el lado contrario, dejándola
de lado y permitiéndome ver ese redondo y hermoso trasero, la penetré de lado y
ella se empujaba hacia mi haciendo el sonido de nuestros cuerpos chocando cada
vez más fuerte y se mezclaban con sus gemidos interrumpidos por su fuerte
respiración.
En esa posición estuvimos por varios minutos cuando aprovechándola, se
puso en cuatro dejándome ver mucho mejor el hermoso espectáculo de su trasero
que se unía con su delgada cintura y me dejaba ver su espalda y el pelo que le
caía en ella. La tomé por la cintura le introduje mi miembro y nuevamente gimió
diciendo despacio “Por dioossss… que rico…” le acariciaba la espalda mientras
la penetraba cada vez más fuertemente, sus gemidos eran más intensos, casi se
intercalaban sus gemidos con un “¡hay! ¡Qué ricoooo! Mmmmm”, el calor aumentaba
con cada embestida, el choque de su redondo trasero con mis muslos se escuchaba
más fuerte y más seguido, ella se movía y contorneaba de arriba para abajo, se
tomaba de pelo se agachaba sin dejar de gemir. Varios minutos penetrándola intercalando
la intensidad y las caricias en su espalda, trasero y piernas, fueron
aumentando la velocidad de las penetradas y en este caso era yo el que soltaba
gemidos de placer y se mezclaban con los de ella, era exquisita la sensación de
estar dentro de ella. Cuando se intensificaron las embestidas, ya no sabía
donde más tocar, empecé a sentir esa deliciosa sensación en mi interior y tomándola
mas fuerte de la cintura exploté y expulsé todo lo que pude, ella no paraba de
moverse y gemir de placer, la abracé para sentir su cuerpo, los dos húmedos por
el sudor, le besé la espalda, me acerqué a su cuello y le susurré al oído “Que
rico…” Ella se rió y me dijo “Siiii que deliciosoooo, eso último estuvo Mmmmmm”.
Estuvimos acostados por otro par de minutos, yo me tomé casi de un
trago una de las cervezas que aún llevaba, ya no estaba fría pero la sed me
estaba matando, ella también se tomó una, platicamos sobre las veces anteriores
que nos habíamos visto mientras nos terminábamos las cervezas. Luego nos
vestimos, salimos, seguimos escuchando a Vicente Fernández, me dejó en mi casa,
nos despedimos, y después de que me bajé del carro, puso a todo volumen “La
derrota” canción que poco a poco dejaba de escuchar mientras se alejaba de lo
que fue una noche inolvidable.