Faltaban casi 2 meses para graduarnos de diversificado, muchos ya
aburridos de tener que ir a clases y otros con las expectativas que traería ir
a la universidad. Algunos y en éstos me incluyo yo, pensando en hacer alguna
travesurilla para trascender o por lo menos para recordar mas gratamente los
momentos del instituto, como hacerle una broma pesada a un profesor, al
director, reventarle los labios a quien siempre me cayó mal, robarle un beso a
la chava mas chula enfrente de todos o tronarle el trasero a la maestra mas
buena del instituto, pero esto último era muy poco probable, sobre todo por el
poco tiempo que faltaba de instituto y pues la seducción a alguien que
representa autoridad su tiempo su tiempo.
En aquella época las opciones eran muchas, pero la limitante de una
relación oficial con mi novia era bastante grande, aunque varias aunque muy
lejos de llegarse a realizar, no dejaban dar vueltas por mi cabeza en forma de
fantasía.
Cierto día, como cualquier otro, al salir al recreo, fui con mi novia a
la tienda a comprar algo para refaccionar, luego nos sentamos en unas gradas y ahí
platicamos mientras refaccionábamos, con ella me llevaba bien, era delgada, de
carita redonda, pelo cortito y ojos grandes, no estaba muy dotada casi de ningún
lugar, pero para mí, su forma de ser compensaba todo lo que físicamente le
faltaba. Estábamos sentados platicando, mientras todo mundo en lo suyo, unos
jugando, otros corriendo, sentados, hablando, riéndose, como cualquier recreo
en un instituto público.
La tomé de la mano y la halé hacia mí, caminamos abrazados, platicando
y tratando de disfrutar esa media hora que teníamos de recreo. Caminamos por
varios lugares hasta una de las esquinas del patio, esquina que estaba un poco
escondida, pues ese era el callejón donde doña Luva, la señora de la limpieza
guardaba sus herramientas de trabajo. Al llegar a la esquina, halé a mi novia
hacia una parte poco visible de patio central y la empecé a besar, al principio
como con ternura, pero con el paso de los segundos, esa ternura se iba
convirtiendo en pasión, poco a poco mis manos se empezaron a sentir libres de
tocar sobre la blusa sus pequeños pechos y con la agilidad de situaciones
parecidas anteriores, le quité los dos botones superiores de la camisa, introducía
mi mano en su blusa y sentí su piel blanda, tersa y fina, mis dedos como dedos
en la oscuridad buscando un interruptor, buscaban sus pezones que a esas
alturas tenían cierta rigidez que me excitaba poder mordisquear, pero para mí infortunio,
ese no era el lugar adecuado.
Ella me besaba con la misma intensidad, tocándome los brazos, el
cuello, el pecho, la espalda y yo, una vez explorado el área superior, empecé a
bajar buscando hurgar bajo su falda, objetivo cumplido cuando al momento de
tocar sus piernas y mientras subía lentamente buscando sus glúteos. Estaba por
llegar a sus glúteos, cuando el ruido de una vieja canaleta tirada a un lado de
la pared, impulsada por un paso en falso del director anunció su llegada,
inmediatamente la solté y me alejé un par de centímetros, pero su mano haciendo
las funciones de los botones que hacía un par de minutos había quitado nos
delataron. El director se nos quedó viendo y dijo “A mi oficina.” A diferencia de
mi, ella no era de las chicas que daban problema, así que se asustó un poco, yo
con cierta experiencia al respecto, traté de calmarla explicándole cual iba ser
el proceso, una charla, un par de advertencias y cada quien a su salón.
Efectivamente estaba en lo correcto. Caminamos hacia su oficina al
momento que sonaba el timbre que anunciaba la finalización del recreo. Como en
cualquier instituto, nos dio la típica charla de embarazos no deseados, niños
abandonados, padres irresponsables, sueños que se truncan por tener hijos, ese
tipo de cosas. Me gustó que mas que dirigirse a mí, se dirigía a ella, como si
yo ya no tuviera arreglo, pero ella como generalmente estaba tranquila, daba la
impresión que era yo quien la estaba “perdiendo”, pero siendo mi novia desde
hace poco más de un año, obviamente sabía cosas de ella y que había hecho con
ella, que el director no tenía ni idea. Ella un poco avergonzada y cabizbaja,
pues las cosas que habíamos hecho, era entre nosotros y no nos habían agarrado
en infraganti antes.
Luego de la plática, nos dio dos pases de dirección, pases que servían
para que los profesores en los salones supieran que estábamos en la dirección y
no vagando en el instituto cuando llegáramos tarde al salón. Al revisar el
pase, noté que no tenía fecha ni hora, simplemente un párrafo y la firma del
director. Esa falta de hora, en mi cabeza, rápidamente se convirtió en un “Podemos
llegar más tarde” pues no se iban a enterar cuanto tiempo estuvimos en la
dirección. Al salir de la dirección caminamos despacio, yo riéndome por la
gracia de la situación y ella al verme también se rió y caminamos despacio
hacia los salones de clase.
Al notar que para llegar al salón íbamos a pasar cerca del callejón
donde minutos antes casi nos atrapan con las manos en la piel, se me ocurrió
hacer la última travesura del instituto y usando mi fantasía como base,
cambiando a la profesora mas buena, por mi novia, que no era igual, pero la
quería bastante y siempre me había gustado como se movía en la cama, en el sillón,
en la toalla y en los diferentes objetos que nos habían servido de colchón en ocasiones
anteriores, así que la halé hacia ese callejoncito, ella se me quedó viendo y
desconcertada preguntaba a que era lo que yo hacía, yo riéndome no le contesté
y la seguía guiando. Afortunadamente la bodega de la limpieza estaba abierta y
entramos ahí. Dadas las condiciones de un instituto público, esa bodega no
tenía chapa, solo una cerradura para candado que se podía cerrar desde dentro y
desde fuera.
En ese momento ignoré el hecho de pensar para que serviría una
cerradura interna en una bodega y al entrar, cerré la puerta, la presioné
contra la misma puerta la empecé a besar ella al inicio desconcertada, pero un
par de segundos y la idea también le empezó a gustar, así que parecía que
decidió seguir lo que interrumpió el director con su torpe caminar. Me tomaba
del pelo, del cuello, me halaba hacia ella y me acariciaba el antebrazo, que
para ese momento ya estaba inspeccionando su ropa interior inferior. Se sentía
una tanguita delgada, y flexible, era flexible, porque no opuso ninguna
resistencia a que mi mano se metiera debajo de ella para sentir y tocar su
trasero tan deseado desde hace varios minutos. Poco a poco pasé mi mano de
atrás hacia adelante hasta sentir sus ya húmedos labios y tomando en cuenta que
no tenía mucho tiempo, empecé a besarla con más intensidad, otra vez mi mano
derecha hizo su trabajo desabrochando los botones de la camisa, pero ésta vez,
fueron todos, dejando al descubierto su sostén blanco pequeños pero ajustados y
bastante atractivos. La besaba de los labios, a las mejillas, el cuello, subía
por su oreja, sabiendo que el sonido de mi respiración la excitaba aún mas,
bajaba de nuevo al cuello, al pecho y bajado el sostén empecé a lamer esos
pequeños pero exquisitos senos de diecisiete añera, besándolos y haciendo un
perfecto trío entre labios pezón y lengua.
Ella se movía y se contorsionaba por la excitación, metí mi mano en sus
labios inferiores y con un dedo suavemente mientras la besaba, lo introducía
con delicadeza en su cavidad femenina o su gatito, como cariñosamente le
llamaba. Le besaba los pezones al mismo tiempo que mis dedos hacían su trabajo
en sus labios. Al sentirse lo suficientemente excitada, se bajó el calzoncito,
se dio vuelta, me ofreció en bandeja de plata esa colita, me tomó de la mano y
me haló hacia ella, y pues yo ya bastante excitado terminé de bajarme el
pantalón y lo demás, siendo lo más discreto posible me puse un condón, pues ese
instante a veces le resta excitación al momento. Una vez preparado, me agaché
tomando mi miembro y pasándolo en su cavidad como buscando la puerta de entrada
a los placeres más exquisitos de su suave cuerpo. Ella estaba tan excitada que
era ella que haciendo diminutos sentones, buscaba mi miembro con su colita
hasta que por fin lo encontró y fue riquísimo sentir como mi miembro se
deslizaba entre su cavidad femenina.
La tomé por la cadera al tiempo que me movía de adelante hacia atrás,
haciendo un perfecto vaivén entre mis muslos y sus delgados glúteos, me encanta
ese sonido que emite la humedad de dos cuerpos chocando, pero dada la situación
trataba de no hacerlo pues como dice la canción, los pujidos nos pueden
delatar. Ella se tomaba del pelo, se apoyaba en mi mano, mientras yo la seguía
penetrando una, otra, otra y otra vez, sus gemidos eran muy suaves, imagino que
los intentaba evitar, pues en otras ocasiones eran más fuertes, lo que no podía
evitar era mantener una respiración tranquila, pues se escuchaba agitada, casi
al compás de cada penetración. Afortunadamente a la par de nosotros había una
silla, la abracé mientras mi pene seguía dentro de ella, la tomé de la cintura
la giré hacia la silla para que se apoyara y la seguí penetrando intentando una
posición de perrito, pero parados. Ella se movía, se retorcía y se escuchaba
casi solo su respiración y un poco los rechinidos de la silla que soportaba el
peso de ella en sus espaldas.
Los movimientos se hacían más rápidos y se me hacía más difícil evitar
el sonido del choque de su cuerpo con el mío y pues aparte de que se escuchaba
delicioso, la rapidez con la que lo hacía me dificultaba evitar el sonido y
calcular la penetración hasta antes de que los cuerpos chocaran. En ese momento me hubiera encantado un
colchón y lo que fuera para acostarla y seguir penetrándola estando yo sobre
ella y ella boca abajo, pues esa posición me encantaba y como era flaquita, era
muy excitante sentir sus nalgas en mis muslos y tomarla de los hombros o los
brazos. La halé hacia mí, tocando su espalda con mi pecho y besándole el cuello
y las orejas le tocaba los senos ya húmedos por el sudor. Cuando la penetración
se hacía más intensa, era ella quien inclinada contra mí, hacía chocar sus
glúteos con mis muslos y me tomaba de las manos para acariciarle la cintura y
la espalda, la penetración se hacía más rápida y ella sabía que faltaba poco
para que terminara. Cuando sintió que la tomé por la cintura mas fuerte supo
que era el momento y tratando de chocar mas su trasero hacia mí, se le
escaparon unos gemidos más fuertes de lo normal, yo halándola por la cintura hacia
mí, descargué la masculinidad que tenía guardada para ella y ella se seguía
moviendo haciendo presión de su trasero con mi miembro y con esa mezcla de sus gemidos con los míos tan deliciosos que
casi gritan “¡Demonios! ¡Qué rico!”.
Ya de regreso de ese viaje tan placentero, nos vestimos, salimos de la
bodega, un poco preocupados, pues no nos importó el tiempo y salimos despacio
viendo que nadie nos viera. Al entrar a los salones con los respectivos pases,
nos dimos cuenta que nos tardamos casi el período completo que sigue después
del recreo.
Al final no pude cumplir mi fantasía de tronarme a la profesora mas
buena, ni hacerle una broma pesada al director, ni robarle un beso a la más
bonita, pero me quedé con la satisfacción de que tuve una placentera sesión de
sexo con mi novia a la hora de clase en el instituto.