jueves, 7 de noviembre de 2013

Ahora es cuando.

Marisol, 19 años, secretaria de la empresa donde yo trabajaba hace dos años, ubicada en el edificio el cortijo, sobre la avenida reforma y 2da calle de la zona 9. Marisol terminó la secundaria graduándose de secretariado bilingüe en un colegio de los muchos de la zona 1. Al año siguiente entró a trabajar a la empresa y pues como la mayoría de las nuevas en una empresa y más en su primer trabajo, son tímidas, calladas e introvertidas. Marisol era llenita, no gorda, tenía senos de tamaño moderado y un trasero grande pero sin mucha forma, pelo negro liso, cara redonda, con un piercing en la parte superior de la oreja izquierda, más arriba de donde generalmente se lo colocan las mujeres. La empresa no era muy exigente en la vestimenta, pero ella generalmente llegaba como si fuera la secretaria del presidente, impecable, camisa blanca, falda corta pegada, tacones, bien arreglada, incluso a veces llegaba con chaleco, al muy estilo de los bancos.

Yo trabajaba para el área de cobros de la empresa, así que por cuestiones de que todo cuadre, muchas veces nos quedábamos tarde, después de que todos se iban, generalmente el jefe inmediato superior también se quedaba pues si nos íbamos muy tarde, él era quien cerraba. En los primeros días de Marisol, se le notaba en entusiasmo, aunque como cualquier aprendiz tenía sus errores, algunos leves y otros más garrafales, pero dado que estaba empezando, el jefe del área era un poco considerado con ella. Actitudes que casi todos empezaron a notar y empezaron los rumores de que el jefe le quería dar para sus aguas.

Entre la tertulia laboral ya se empezaba a rumorear que Marisol era de faldas flojas, pero nada concreto, simplemente porque generalmente tenía mucho entusiasmo y no le costaba relacionarse con la gente del trabajo, pues lo introvertida fue disminuyendo paulatinamente. Empezaba un trato con un poco mas de confianza, pareciera que solo con los hombres, pero en realidad era igual con las mujeres, situación que a veces incomodaba a algunas compañeras más antiguas, pero mucho más serias con la forma de trato.

Un día, en esa época de transición entre la timidez y la falta de ella, llegué a trabajar como normalmente lo hacía, pero me pareció ver muy poca gente en la oficina y resulta que era por una manifestación de esas que pasan por el obelisco, pasan por la reforma y se encaminan a la zona uno. Pues esa manifestación fue bastante multitudinaria, tanto, que casi ocupaban ambas vías de la avenida Reforma, las de ida y las de regreso, la cuestión es que esto provocó un tráfico bastante largo en todas las calles aledañas a la avenida Reforma y que era la razón por la cual mucha gente aún no había llegado a la empresa, sobre todo los jefes. Doña Gloria, la señora de mantenimiento llegó un par de minutos antes que yo y fue quien me contó sobre la manifestación. Dado que yo me movilizo un bus y mi ruta no es aledaña a la avenida reforma, y tengo que caminar varias cuadras desde donde me deja el bus hasta el trabajo, no tuve problemas para llegar.

Marisol vive en la zona 4 y por la cercanía con la oficina, tampoco tuvo inconvenientes para llegar como la mayoría. Cuando llegué la salude de beso, y cuando me incliné para saludarla noté que no tenía el arete en la parte superior de la oreja donde generalmente lo tenía, comentario que le hice casi inmediatamente de tocar mis labios con su mejilla, y ella hizo un gesto con los labios y los ojos y me contestó “Mmm mi papa”, yo le pregunté “¿Y eso?”, ella contestó que su papá tenía prejuicios con todo lo que se salga de lo normal para él, como piercings, tatuajes, ropa o peinados extravagantes, etc. Dijo varias cosas, entre ellas una que quizá se le salió por su gesto, lo que dijo fue “… y peor si me mira en carros ajenos de noche y peor si me mira…”, yo cual inocente no imaginé nada sobre eso, pero ella se calló, se sonrojó un poco e hizo un gesto y dijo “ya sabes, cosas que pasan”, yo no le di importancia y simplemente le dije que era normal, los padres siempre quieren lo mejor para sus hijos, la cuestión era el concepto de “mejor” para ellos, ella estaba de acuerdo y así siguió la plática, inocente. Casi daban las 9 y la mayoría de gente seguía sin llegar, desde la oficina se escuchaban las consignas de la gente de la manifestación, pero nosotros seguíamos platicando, luego de varios minutos, la marcha avanzó y se empezaron a descongestionar las calles, porque empezaron a llegar los demás compañeros, situación que cuando noté, le dije que ya estaban llegando todos y que si algún día almorzábamos, noté cierto desinterés porque me respondió “Si haber que día”, yo pensé aquí no va haber nada y simplemente me fui a mi área de trabajo.

Lo interesante fue que dado que salimos a almorzar a la 1 y media, a la una con veintinueve minutos llegó donde estaba yo, y me dijo “¿Listo?” yo hice una cara de extrañeza fingida y luego una cara como de comprensión y le dije “Ahh si, vamos”. Noté que varios compañeros estaban desconcertados, pues no era normal que algo así sucediera, conociéndolos, supongo que se quedaron especulando sobre ese “vamos” pero quien sabe. Nos dirigimos caminando cuadra y media del edificio a un restaurante decentón, ni shucos ni la estancia. Mientras caminábamos le dije que pensé que eso de almorzar algún día nunca llegaría y ella contestó “es que hay que dejarlos picados” yo me reí y le conteste “me gusta, la estrategia ante todo”, ella se rió y así nos fuimos platicando hasta llegar al restaurante. Durante el camino noté que se comportaba mucho más extrovertida que en la empresa, su risa es fuerte, generalmente casi rozando las carcajadas y yo creía que era extrovertida en el trabajo, pero comparado como es afuera, seguramente es su versión de recatada.

Al inicio me sentí raro pues dentro de la empresa pude lidiar con alguien así, viendo como era afuera, no sabía si podía “controlarlo”, pues me costaba responder y reaccionar a sus inesperados comentarios o acciones, por ejemplo, cuando íbamos cruzando la calle para llegar al restaurante, un policía municipal de tránsito estaba dando vía a los vehículos, cuando casi nos acercábamos a él me pregunto “¿Sabes que es un policía municipal de tránsito?” yo en ese preciso momento no supe que responder porque estoy casi seguro que el policía escucho, de reojo vi que volteó y se nos quedó viendo, yo me quedé callado por un momento mientras avanzábamos y a ella se le escapó una especie de carcajada en voz baja, a mi me dio risa su risa y también me reí. Unos pasos lejos del policía le pregunté “¿No, que es?” ella respondió “Es una cagada al revés” pero me lo dijo riéndose y pues me dio risa que se siguiera riendo, pregunté porque y me dijo “Porque arriba está la bacinica y abajo está la mier…” las carcajadas no dejaron que terminara la palabra y le dio un ataque de risa de varios segundos, a mi me contagió la risa pero también me reía por lo bueno del chiste, pues esos cascos que ahora usan son chistosos, terminamos cruzando la calle riéndonos y seguimos caminando al restaurante.

Durante el almuerzo todo iba bien, se mostró bastante cómoda, me comentó como se estaba sintiendo en la empresa, de su incomodidad con algunas de sus conservadoras compañeras y que estaban pensando salir a bailar el viernes siguiente luego de salir del trabajo. Pensaba auto invitarme cuando preguntó si me gustaría ir, desde luego contesté que sí, dijo que ya varios habían confirmado y conmigo éramos 7, 3 mujeres y 4 hombres. Al regresar del restaurante venía a mi derecha y repentinamente se pasó a la izquierda, como escondiéndose y se reía, cuando vi al policía de tránsito a media calle entendí, ella se seguía riendo y tratándose de esconder del policía, y esa especie de carcajada silenciosa no se borraba de su rostro.

Llegó el viernes por la tarde y ya varios comentaban sobre la salida, como cualquier viernes en una empresa se sentía la alegría de que se acercaba el fin de semana. Se llegó la hora y por unanimidad nos dirigimos hacia la zona 1, en dos carros, en el de Manuel de Contabilidad y en el de Marisol. Por supuesto yo intentaba acercarme a Marisol lo más que pudiera porque ese trasero me llamaba mucho la atención. Fuimos a un lugar sobre la séptima avenida y después de pagar el cover del cual ni tenía idea, porque los tristes 70 quetzales que llevaba pensaba estirarlos hasta que se dejaran. Ya en el lugar, pidieron 1 botella de XL, la cual costaba más del triple de su precio comercial, pero supongo que ya habían ido a ese lugar varias veces y para ellos valía la pena pagar.

Al inicio todo estaba tranquilo, reggaetón y música electrónica chocaban con los oídos de los presentes, muchos bailaban y a mí no se me podía quitar la idea de sus grandes glúteos chocando con mis muslos al ritmo de un patán reggaetón. Luego de varios minutos se puso mejor, se llenó más el lugar y empezó la bailadera. Viendo que casi todos bailaban, no me quería quedar atrás y pues como en ese momento Marisol estaba bailando, saqué a Rocío, la de recepción. Como muchas recepcionistas, era bonita, buen cuerpo, bien arreglada, pero por alguna razón mis ojos buscaban los movimientos de Marisol, de baile en ese momento y eróticos después, si se podía. Rocío no bailaba nada mal, movimientos que mi amigo de entre mis piernas sintió y que a gritos me exigía pegarlo más a las piernas y glúteos de una Rocío treintañera pero con bastante potencial.

Luego de varias “piezas” musicales, Marisol se sentó, pero viendo que estaba acalorada no quise hacer mi movida, seguimos dándole a la botella y luego de unos minutos la música cambió a cumbia, momento en el que me dije “ahora es cuando”, me paré y le dije a Marisol que bailáramos, quien totalmente desperezada se levantó y nos hicimos paso entre la gente. Al inicio lamentaba que la música hubiera cambiado, pues el reggaetón da más oportunidad de roces y sobijeos pero a falta de, trataba de pegarme a ella lo mas que podía. En uno de esos intentos, me pegué tanto que le rocé mi entrepierna horizontalmente con toda la redondez de su trasero, movimiento que noté que disfrutaba, pues se sintió un poco la presión que hizo hacia mí, seguimos bailando así y ella a cada cierto tiempo hacia ciertos movimientos en los que por instantes quedaba de espaldas a mí, viéndome de reojo y agachándose un poco dejando que los roces se hicieran un poco más largos. Así bailamos durante varios minutos y nos fuimos a sentar, eso se repitió varias veces durante la noche hasta que solo conmigo bailaba.

La noche se acababa casi al mismo ritmo que la segunda botella, salimos y a falta de seguir la fiesta, cada quien para su casa. Ella se ofreció a dejarme a mí y a Rocío, yo le quedaba de camino, pero para ir a dejar a rocío se debía desviar bastante. Nos despedimos todos y nos fuimos. Ella tomó el periférico y se enrutó hacia la Roosevelt, pues rocío vivía cerca del hospital Juan pablo II. La fue a dejar, nos despedimos y luego de que arrancó, se fue más despacio, intentaba tomarla de la mano para ver que mas podía salir y ella me correspondió, me le acerque y nos besamos, ella siempre manejando, al salir nuevamente a la Roosevelt se detuvo frente a la entrada del Seminario Mayor, la cual tiene una entrada desde la calzada, entrada que aprovechó para parquearse y para seguirnos besando. Los besos cada vez se hacían más intensos y yo sintiendo mis manos más libres empecé a tocarla, primero las piernas aprovechando la falda corta del trabajo, luego con muy poca agilidad le intentaba desabrochar la blusa, ella me seguía besando y me tocaba la entrepierna con movimientos circulares, la presionaba y me besaba, yo la acercaba hacia mí y le besaba la oreja, acto que hizo que se le escaparan un par de gemidos y dije otra vez “ahora es cuando” pero la razón me hizo recordar que del dinero que tenía, solamente me quedaban 20 quetzales, los cuales no ayudaban para logar mi cometido.

Entre beso y beso, ella me seguía tocando la entrepierna, la pierna, el pecho, la entrepierna, me tomaba del pelo y luego para abajo otra vez. Pensando estratégicamente decidí seguir y sugerir irnos a otro lugar con la esperanza de que ella pagara o me ayudara a pagar en su defecto. Eso pensaba cuando me intentó desabrochar el pantalón, yo caballerosamente la ayudé y solo mi bóxer separaba sus manos de mi miembro ya bastante atento. Ella lentamente me levantó el bóxer y metió su mano, instante en el que al mismo tiempo que notó la humedad, dijo “Huuyyyy”, con una risa maliciosa, yo la seguía besando, los labios, el cuello, los senos y de regreso, ella empezó nuevamente los movimientos circulares en mi miembro bastante erecto y la sensación cada vez era más deliciosa. Yo intenté acomodarme recostándome un poco mas y ella bajó poco a poco de mi boca, hacia mi pecho, abdomen, hasta que de tajo sentí la calidad de su boca introduciéndose mi pene totalmente erecto, yo le acariciaba la espalda intentando meter mi mano en su blusa, intento que se hacía difícil dada la posición. No se cuanta experiencia tenía, pero ese oral lo estaba haciendo deliciosamente bien, sentía como sus labios besaban, metían y sacaban mi miembro humedecido de su boca, con ese sonido característico de la humedad mía mezclada con la humedad de su saliva.

Ella se movía y se estremecía, no sé si era porque le excitaba hacer orales o porque mi mano estaba en su espalda acariciando todo lo que podían, ese sonido exquisito de sus labios besando mi miembro seguía y poco a poco me estremecía, esa deliciosa sensación cuando lo introducía completamente en su boca es indescriptible, especialmente cuando lo hacía cada vez más rápido y mas y mas, movimientos que cada vez me hacían moverme y presionar su cabeza hacia mi procurando que se introdujera completamente en su boca, pues cada vez que pasaba eso, esa excitante sensación aumentaba bastante. Ella notó que me estremecía cada vez que la introducía completa y cada vez lo fue repitiendo y mientras lo hacía, me tocaba la pierna, el pecho y me presionaba hacia ella, los gemidos se me empezaban a salir y se mezclaban con los de ella, que como repito, se notaba que disfrutaba mucho hacer orales. Cuando los gemidos se hacían más constantes, ella la sacaba, la besaba lentamente, le pasaba la lengua, la acariciaba con la mano y poco a poco se la introducía nuevamente, aumentando la velocidad y luego la bajaba poco a poco, situación que se sentía deliciosamente bien.

Las caricias en mi pecho y pierna seguían, cada vez se introducía mi pene completamente en la boca y lo hacía mas y mas seguido, esos ricos movimientos se repitieron por varios minutos, ambos disfrutando de ese exquisito sexo oral que ella me estaba regalando, cuando la velocidad aumentaba, yo estaba por explotar, ella se seguía moviendo, se me escapaban los gemidos y me estremecía por esa deliciosa sensación, ella me miraba y se la introducía completamente, esas miradas hacían que estuviera más cerca de llegar al punto clímax cuando en ese preciso momento… suena su celular! Yo maldecía a quien interrumpió tan delicioso placer y ella contestó. Era su papa preguntando dónde estaba, ella respondió que ya iba para la casa, que en 15 minutos llegaba y para que no notaran su agitación hablaba despacio explicando que había salido con unos amigos del trabajo. Esos pocos minutos me parecieron siglos, después de que colgó, se me quedó viendo y me dijo “príncipe, estas pendiente…” le dio un último beso a mi miembro ya un poco desanimado y se posicionó para encender el carro. Yo no terminaba de maldecir a su inoportuno padre que me quitó uno de los mis placeres favoritos, terminar en su boca. Decepcionado me subí el bóxer, me arreglé y ya con más confianza le iba preguntando cuando íbamos a terminar lo que habíamos empezado. Ella con esa risa maliciosa me dijo que ya lo pensaríamos, y luego de seguir platicando, quedamos en definirlo en un próximo y espontáneo almuerzo.